Elecciones vascas

Ayem Oskoz desenvaina un escaño en Vitoria después de 32 años en muletas por una diplejia

- Ostenta el puesto 8 en la candidatura de EH Bildu por Guipúzcoa para las elecciones vascas

- Puede conseguir un escaño en el Parlamento de Vitoria si el partido repite el resultado de 2020

MADRID
SERVIMEDIA

Ayem Oskoz es reconocido de lejos por las dos muletas de color naranja con las que siempre se desplaza. La causa es la diplejia que tiene por haber nacido prematuro. Pero él deja claro que esa no es la condición que le define, sino su apuesta por lo colectivo, tanto en su actual candidatura por EH Bildu al Parlamento del País Vasco como en el equipo de esgrima del Club Fortuna.

Oskoz vino al mundo hace 39 años pero lo hizo con tanta antelación, dos meses sobre los nueve habituales, que sus padres no habían pensado todavía el nombre para el retoño. Recordando los dos años que acababan de vivir en Guinea Ecuatorial, escogieron una palabra del idioma fang, 'Ayem', que ensambla un curioso contraste con su apellido vasco. Significa “conocimiento, sabiduría”, lo que, como él apunta entre risas en una entrevista con Servimedia, “supone una cierta responsabilidad”, porque “tiene que parecer que sabes”.

Su diplejia, una especie de rigidez de las extremidades inferiores, es el motivo por el que se desplaza con muletas desde los siete años. Ahora, 32 después, se dispone a entrar con ellas en el Parlamento vasco. Ocupa el puesto 8 de la candidatura de EH Bildu por Guipúzcoa y, teniendo en cuenta que la formación abertzale obtuvo nueve escaños por esta provincia en 2020 y que las encuestas le auguran un notable crecimiento en los comicios del domingo, Oskoz tiene muchas posibilidades de salir electo. Sin embargo, él no quiere “vender la piel del oso antes de cazarlo”.

No será su primera experiencia política. Cuenta que en su familia mamó desde pequeño “cierta sensibilidad social, de izquierdas”, que le llevó a estudiar Trabajo Social y poco después a apuntarse en Alternatiba en cuanto el partido se fundó en 2008 como escisión de Ezker Batua (Izquierda Unida en el País Vasco) por rechazar algunos de sus militantes que el entonces coordinador, Javier Madrazo, hubiera entrado en el Gobierno de Juan José Ibarretxe. Desde 2012, el partido está integrado en EH Bildu.

“El camino social hay que darlo en colectivo”, proclama Oskoz a modo de lema. “El trabajo social es trabajo vaso por caso, individuo a individuo, pero para la transformación social hay que hacer algo más y hacerlo en colectivo”. Desde esa premisa, encontró en Alternatiba un partido con el que comparte que “tiene que haber unos servicios públicos y un Estado del bienestar estructurado y fuerte”, y “eso desemboca en que milite y pelee por lo colectivo”. “Formo parte de un proyecto colectivo, y soy uno más, ni más ni menos”, insiste más tarde para que no quede la menor duda al respecto.

Hasta su eventual entrada en el Parlamento de Vitoria, su mayor presencia institucional tuvo lugar en el Ayuntamiento de San Sebastián, su ciudad de residencia, y en la que fue concejal de oposición entre 2017 y 2019. Allí llevó sobre todo temas de movilidad, como los autobuses y las bicicletas municipales.

ACCESIBILIDAD

“Fue interesante poner a una persona con discapacidad llevando temas de movilidad urbana”, desliza, antes de constatar que en esta materia “faltan muchas cosas” y que “es un trabajo que Donosti tiene que hacer”. Sin embargo, guarda un buen recuerdo de sus contactos con los colectivos y las asociaciones que luchan por la accesibilidad universal. Ahora asegura que EH Bildu lleva “una propuesta bastante clara en favor de la vida independiente” de las personas con discapacidad, un tema que “es una apuesta clara” para la formación y quiere “poner recursos suficientes” y “darle estatus legal”.

Su implicación cada vez mayor en política le ha hecho quitarle tiempo a otra de sus pasiones: la esgrima adaptada, modalidad de sable. Relata que fue precisamente cuando estaba de concejal en San Sebastián cuando quiso remediar el que su vida consistiera en ir de casa al Ayuntamiento y vuelta. Así entró en el Club Fortuna, justo antes de que estallara la pandemia de covid-19.

El haber participado en competiciones internacionales a las que el club podía apuntarse voluntariamente sin necesidad de acreditar un determinado nivel permitió a Oskoz viajar durante la pandemia, un privilegio que recuerda con cariño. Pero descarta participar en los Juegos Paralímpicos de París, para los cuales sí hay pruebas de clasificación y, además, costearse personalmente los traslados y estancias. “Tengo buen nivel, pero no para llegar a París”, admite.

Aunque se le reconoce de lejos por las dos muletas de color naranja con las que se desplaza, el inminente nuevo diputado vasco tiene muchas facetas en su vida como para limitarse a su condición locomotriz. “La discapacidad no es el elemento principal que me define, hay muchos elementos que lo hacen. Las muletas son un elemento visible para la gente pero he hecho mi vida con mis amigos, mis parejas y mi experiencia política. Intento vivir mi vida de forma funcional”, explica.

Hace unos días, de sidras por Hernani, tuvo que aguantar la típica condescendencia torpe de un joven patán pasado de alcohol, que le alababa el supuesto “mérito” de estar allí con muletas. “Pensé: ‘Vete, porque estamos de fiesta y vamos a acabar mal’”. Otras veces es la habitual infantilización que se hace de las personas con discapacidad. “Te llaman chaval. ¡A una persona de casi 40 años nunca se le llama chaval!”, protesta. Alguno esa noche tuvo suerte de que Oskoz dejara el sable en casa.

(SERVIMEDIA)
18 Abr 2024
KRT/pai