Los primeros agricultores ibéricos mantuvieron su dieta durante milenios

MADRID
SERVIMEDIA

Los primeros agricultores de la Península Ibérica fueron diferentes genéticamente de los que se asentaron en el centro y norte de Europa. Es más, los neolíticos ibéricos tenían niveles significativamente bajos de diversidad genética y su dieta, característica de las culturas campesinas, se mantuvo sin cambios a lo largo de milenios.

Son algunas de las conclusiones de ‘Prehistoric migrations and diet in the Iberian Peninsula’, un estudio que se acaba de publicar en la revista ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’ (PNAS) y que lo ha llevado a cabo un equipo internacional de investigadores, entre los que se encuentran varios miembros del Centro Mixto Universidad Complutense-Instituto de Salud Carlos III de Evolución y Comportamiento Humanos. La investigación ha combinado datos arqueológicos, genéticos y de isótopos estables para condensar 4.000 años de prehistoria molecular ibérica.

La investigación ha analizado restos humanos del norte y sur de España, especialmente del rico yacimiento arqueológico de ‘El Portalón’, que forma parte del conjunto de la Sierra de Atapuerca, en Burgos, y que en sí mismo registra más de siete milenios de prehistoria ibérica.

También se han estudiado otros importantes yacimientos, como la Cueva de los Murciélagos de Zuheros (Córdoba), donde se ha secuenciado el genoma de un agricultor neolítico, de 7.245 años de antigüedad, convirtiéndose en el genoma humano secuenciado más antiguo del sur de la Península Ibérica, representante de la cultura neolítica de la cerámica a la Almagra, propia de los primeros agricultores de Andalucía.

MIGRACIONES

Las migraciones prehistóricas desempeñaron un papel importante en la conformación genética de las poblaciones europeas. Desde el último máximo glacial (hace unos 20.000 años) Europa estaba habitada exclusivamente por grupos de cazadores recolectores, pero dos migraciones independientes tuvieron impactos masivos en su estilo de vida y su acervo genético.

En primer lugar, hace unos 7.400 años grupos originarios de Oriente Medio y Anatolia introdujeron prácticas agrícolas en Europa durante el Neolítico. Posteriormente, hace 5.000 años, poblaciones de la estepa póntica (la gran pradera que se extiende al norte del Mar Negro, del Cáucaso, del mar Caspio y más al este) se dispersaron por el continente europeo reemplazando a las anteriores.

Ambas migraciones sustituyeron a más de la mitad del registro genético de Europa central y septentrional, pero se sabía mucho menos sobre su influencia en las poblaciones ibéricas.

Los primeros agricultores llegaron a Iberia siguiendo la orilla norte del mar Mediterráneo. Este estudio demuestra que los neolíticos ibéricos muestran diferencias genéticas con los primeros agricultores migrantes que se asentaron en el centro y norte de Europa.

“Esto sugiere que los primeros agricultores de Iberia remontan la mayor parte de sus antepasados a los primeros pueblos neolíticos que emigraron a la Península por la ruta mediterránea y que las aportaciones posteriores de sus homólogos centroeuropeos fueron menores en esta región", dice la paleo-genetista Cristina Valdiosera, de La Trobe University en Australia, una de las autoras principales del estudio.

MENOS INFLUENCIA

Si bien estudios recientes han demostrado que la migración masiva de las poblaciones esteparias durante el final del Neolítico, Calcolítico y primera Edad del Bronce fue responsable de una importante renovación poblacional en Europa central y septentrional, "en este trabajo mostramos que la influencia genética de esta migración esteparia en los ibéricos prehistóricos fue menor y más tardía, notándose solo a partir de la Edad del Bronce”, apunta Juan Luis Arsuaga, catedrático de Paleontología de la Universidad Complutense y codirector de Atapuerca.

“Esto confirma que la historia genética de Iberia fue única, ya que ha sido influenciada en su mayor parte por la primera migración prehistórica asociada a la introducción de las prácticas agrícolas, la Revolución Neolítica”, añadió.

Fue en la Edad de Bronce cuando se produjo un importante aporte de población centroeuropea a la península, que además trajo consigo una nueva cultura.

(SERVIMEDIA)
13 Mar 2018
AHP/caa