El juez Santiago Pedraz ordenó su ingreso en prisión provisional en la cárcel de Topas (Salamanca), donde estuvo sometida a un régimen de aislamiento, pero sus desequilibrios psicológicos hicieron que se aplicara el protocolo antisuicidio y, finalmente, se la trasladó de prisión preservando su identidad. Esta joven onubense se radicalizó en tiempo récord. Antes había trabajado en un hotel de Matalascañas como camarera de piso.

Descrita como introvertida y callada por sus vecinos, la joven se radicalizó en el curso de un verano durante el cual empezó a llevar una doble indumentaria. Durante el día vestía pantalones, camiseta y pelo suelto y a partir del anochecer se cubría de la cabeza a los pies con un nicab negro que sólo dejaba a la vista los ojos.

Se había convertido al Islam y bajo su vestimenta ni siquiera era reconocida por sus vecinos más cercanos. Su proceso de radicalización se concretó a través de Internet. Un egipcio que nunca pisó España fue el que la atrajo a su nueva fe y la persona con la que planeaba encontrarse en Siria para casarse y ayudar a consolidar el Califato.