Encinar y Fernández trabajaban como empleados en el Zoo de Madrid. El primero era el encargado de controlar el buen funcionamiento de las instalaciones y de las taquillas mientras que el segundo supervisaba los servicios de limpieza y de acceso a las instalaciones. Entre ambos supuestamente urdieron un plan para hacerse con la recaudación de una de las taquillas.

Así, el 11 de abril de 2014 Fernández descargó un programa de clonación de discos duros que le habría permitido duplicar el disco duro de la taquilla número 2. Además, habría manipulado la impresora para que los códigos de barras salieran desplazados y se pudieran leer. La labor de Encinar consistía supuestamente en ir un día más tarde al ordenador de la taquilla, instalar el disco duro clonado (lo que dejaba sin efecto el disco duro original) y volver a cerrar el ordenador.

Todos los días, y durante mes y medio, presuntamente desconectaban el cable de datos que iba a la placa base ordenador y dejaban conectado el disco clonado durante toda la jornada laboral. A finalizar el día volvían a colocar todo en su posición inicial. Lo que lograban con estos cambios era que el disco duro auténtico no recopilara datos sobre la recaudación, es decir, daba la impresión de que dicha taquilla no estuviera abierta al público, ya que era el disco duplicado el que computaba la venta de entradas. Dado que no estaba conectado al sistema informático, la empresa desconocía los datos de la recaudación.

Por esta misma razón, en todos los cobros realizados con tarjeta en dicha taquilla se prescindía del datafono integrado, porque estaba conectado por cable al sistema informático, y utilizaban el inalámbrico, ya que a través de éste no se lleva a cabo ningún volcado automático de la operación de cobro al sistema, “de modo que las operaciones de venta permanecían ajenas al sistema informático del zoo”.