Según Cristina Antolín, misionera y médico en distintos países africanos durante 32 años, la juventud de la población africana -el 70% tienen menos de 34 años y solo el 5 % más de 60- "no será un impedimento para que la enfermedad se desarrolle con toda crudeza" en caso de que se extienda.

"En África toda la población deviene en vulnerable", prosiguió, dado que "el desarrollo y la aplicación de programas de prevención sanitaria son escasos y la malnutrición está muy extendida”.

En su opinión, si la pandemia se propagase por África como en otros continentes, "la cantidad de centros sanitarios capacitados para diagnosticar y tratar el coronavirus sería mínima, el espacio para aislamiento de los enfermos muy limitado y los servicios de UCI casi inexistentes".

"Dado el número tan bajo de médicos y enfermeros que tiene el continente, resultaría imposible poder asistir a la población afectada", insistió Antolín, que destacó que "la falta de material, incluso el más básico, provocaría que la transmisión y el contagio del personal sanitario fuera mucho más extenso y grave".

La mayoría de los africanos carecen de acceso al agua corriente, a productos de desinfección y a materiales de protección como mascarillas o guantes, por lo que "sería muy difícil frenar la transmisión", apuntó.

A ello hay que añadir que sus viviendas son precarias y que "la vida se hace en la calle", por lo que las medidas de aislamiento no funcionarían.

Del mismo modo, la mayoría de la gente "trabaja hoy para comer hoy", "lo que hace muy difícil que "puedan dejar su trabajo diario".

Por todo ello, Antolín felicitó a los gobiernos africanos, que conscientes de su situación se han anticipado y han adoptado las medidas que muchos otros países tardaron tanto en asumir.