En la mañana del 13 de febrero de 1990, Venancio Cabrero esperó a que su mujer, que trabajaba como limpiadora, acudiera a la cocina para tomarse un vaso de leche, dispuesto a asesinarla.

Cuando la mujer entró en la habitación se situó tras ella e intentó estrangularla con una corbata al tiempo que le asestó varias puñaladas con un cuchillo de unos 19 centímetros de hoja, que la hirieron en la cara, hemitórax y brazo.

Mientras ejecutaba la agresión, el asesino repetía a su víctima que "a míno me deja ninguna mujer".

Dos de los hijos del matrimonio trataron de auxiliar a su madre, pero fueron golpeados por Venancio que salió de su casa para dirigirse a la comisaría de Leganés donde se entregó.

El hombre aportó también una nota firmada, en la que aseguraba que su mujer le estaba "haciendo de menos"; que era una "embustera que, además de a mí, miente a sus hijos", por lo que decidió matarla.

También explicó a los policías que le interrogaron cómo "matando al perro se acaba la raba. Lo siento mucho, pero la quería demasiado".

El abogado defensor del acusado pidió en el juicio celebrado esta misma semana, que el tribunal estimara la atenuante de arrebato, obcecación "u otro estado pasional" en la comsión del delito, y solicitó una pena de 4 años de prisión.

La sala, sin embargo, estimó que los hechos fueron planeados por el procesado que ya había sido denunciado anteriormente por su esposa e hijos dada su "propensión a la ira", lo que provocaba "frecuentes agresiones y ameazas, algunas de las cuales rebasaron el círculo íntimo familiar", como declararon en la vista oral sus familaires.