Derechos humanos

Amnistía Internacional denuncia que China perpetra “crímenes de lesa humanidad” contra la minoría musulmana en Xinjiang

Madrid
SERVIMEDIA

Amnistía Internacional ha observado que China perpetra “crímenes de lesa humanidad” contra la minoría musulmana en la Región Autónoma Uigur de Xinjiang en forma de “internamientos masivos y tortura”, “vigilancia masiva sistematizada” y persecución para abandonar sus tradiciones religiosas, prácticas culturales e idiomas locales.

Así consta en un informe de 160 páginas titulado ‘Como si fuéramos el enemigo en una guerra: Internamiento masivo, tortura y persecución por parte de China de personas musulmanas en Xinjiang’, presentado este jueves por Amnistía Internacional.

Este trabajo recoge el testimonio de más de 50 personas que estuvieron detenidas en estos campos de concentración y que detallan las medidas extremas que las autoridades chinas vienen tomando desde 2017 con el fin de acabar con las tradiciones religiosas, las prácticas culturales y los idiomas locales de la población de etnia uigur, kazaja, hui, kirguís, uzbeka y tayika con el pretexto de “la lucha contra el terrorismo”.

En ese sentido, el informe señala cómo China ha creado “uno de los sistemas de vigilancia más sofisticados del mundo y una vasta red de centenares de tenebrosos centros de transformación mediante la educación” en Xinjiang.

En esos campos de concentración, “el uso de la tortura y otros malos tratos es sistemático, y todos los aspectos de la vida diaria están reglamentados en un intento de inculcar por la fuerza los ideales del Partido Comunista y de una nación china laica y homogénea”.

Ante esta situación, la secretaria general de Amnistía Internacional, Agnès Callamard, declaró que “las autoridades chinas han creado un infierno distópico de sobrecogedora magnitud en la Región Autónoma Uigur de Xinjiang” a partir del cual somete a las minorías musulmanas a “crímenes contra la humanidad y otras violaciones graves de derechos humanos que amenazan con hacer desaparecer sus identidades religiosas y culturales”.

‘SILLAS DE TIGRE’

En el informe se documenta cómo desde comienzos de 2017 en Xinjiang se ha detenido a un “número enorme” de hombres y mujeres de minorías étnicas, fundamentalmente musulmanes, “cientos” de los cuales ha sido encarcelados y “cientos de miles más” (una cifra que Amnistía Internacional cifra en un millón) han sido enviados a campos de concentración.

Todos los entrevistados para este trabajo explicaron que habían sido detenidos por poseer un cuadro de temática religiosa o por comunicarse con alguien del extranjero. Del mismo modo, un funcionario que participó en “arrestos masivos” a finales de 2017 describió cómo la policía se llevaba a personas de sus casas “sin previo aviso y las detenía sin el debido proceso”.

La mayoría de los detenidos fueron interrogados primero en comisarías, donde registraron sus datos biométricos y médicos antes de trasladarlas a un campo. El interrogatorio tenía lugar a menudo en ‘sillas de tigre’, unos asientos de acero con esposas para tobillos y muñecas que obligan a la persona detenida a permanecer en dolorosas posturas corporales.

A ello se suma que “las palizas, la privación de sueño y el hacinamiento son generalizados” en las comisarías, mientras que durante el propio interrogatorio y el posterior traslado a los campos los detenidos son encapuchados e inmovilizados con grilletes.

VIDA EN EL CAMPO

Una vez en el campo de internamiento, las vidas de los reos pasaban a “estar extraordinariamente reglamentadas”, ya que “no tenían intimidad ni autonomía y se exponían a duros castigos”, a veces colectivos para todas las personas que ocupaban una celda, por “desobediencias triviales”.

También “se les prohibía hablar libremente entre sí, y se les castigaba duramente cuando respondían a los guardias u otros funcionarios en su idioma materno y no en mandarín”, al tiempo que “cada actividad de su rutina diaria estaba prefijada y su conducta se vigilaba y evaluaba constantemente”.

En ese sentido, una mujer a la que detuvieron por tener WhatsApp en el móvil relató que “[Todos los días] te levantabas a las cinco de la mañana y tenías que hacer la cama, que debía quedar perfecta. Luego había una ceremonia de izamiento de bandera y nos tomaban juramento. Después ibas al comedor a desayunar. Luego a clase. Luego a comer. Después a clase. Después la cena. Luego otra clase. Y después, a dormir. En la celda, cada noche dos personas tenían que hacer ‘guardia’ durante dos horas [vigilando al resto] [...] No te dejaban ni un minuto para ti. Estabas exhausta".

El informe relata cómo durante las primeras semanas o meses de internamiento es frecuente que los detenidos tengan que permanecer en sus celdas sentados sin moverse o arrodillados en la misma postura, en silencio, durante la mayoría de las horas de vigilia. Pasado este tiempo, se les somete a “educación forzosa”, consistente en adoctrinamientos para que “renieguen del islam, renuncien a hablar en su idioma y a realizar otras prácticas culturales y estudien el idioma chino mandarín y la propaganda del Partido Comunista”.

Al margen de los desplazamientos desde y hacia comedores, clases o interrogatorios, que realizaban escoltadas por guardias armados, las personas detenidas “prácticamente no salen nunca de sus celdas, y rara vez ven la luz del sol ni salen o hacen ejercicio al aire libre”.

TORTURAS

Amnistía Internacional corroboró que todas las personas detenidas a las que entrevistó “habían sufrido tortura u otros malos tratos, incluido el efecto psicológico acumulativo de su deshumanización diaria, así como tortura física en forma de golpes, descargas eléctricas, régimen de aislamiento, privación de comida, agua y sueño, exposición a temperaturas extremadamente frías y uso abusivo de instrumentos de coerción, incluidos instrumentos de tortura como las sillas de tigre, donde algunas personas dijeron haber estado sentadas durante 24 horas o más”.

Prueba de ello, es que una mujer de edad avanzada a la que castigaron por defender a una compañera de celda testimonió que “la llevaron a una habitación pequeña, oscura, fría y sin ventanas, le pusieron esposas en manos y pies y la obligaron a pasar tres días seguidos sentada en una ‘silla de tigre’".

En esa misma línea, dos personas que estuvieron detenidas dijeron que las habían obligado a llevar unos “pesados grilletes”, a una de ellas todo un año, mientras que otros individuos relataron que le habían aplicado “descargas eléctricas” o los habían rociado con “pulverizadores de pimienta”.

Otros testimonios dan cuenta de casos en los que obligaban a ver cómo torturaban a compañeros de celdas, y se detalla el caso de un detenido que se cree que murió a consecuencia de haber permanecido inmovilizado en una ‘silla de tigre’, delante de sus compañeros de cautiverio, durante 72 horas, haciéndose sus necesidades encima.

Por otro lado, todas las personas que son liberadas de los campos están durante varios meses sometidas a vigilancia electrónica y personal casi constante, incluyendo “invasivas estancias en sus domicilios por parte de cuadros gubernamentales, que las controlan e informan de cualquier conducta sospechosa, que puede ir desde una práctica religiosa pacífica al uso de un ‘software’ de comunicaciones no autorizado (como una VPN o WhatsApp), pasando por el consumo de cantidades inusuales de combustible o electricidad”.

Al mismo tiempo quienes han quedado en libertad también tienen muy restringida su libertad de circulación, ya que hay un número enorme de agentes de las fuerzas de seguridad patrullando las calles y en miles de puestos de control, conocidos con el eufemismo de “comisarías de cercanía”.

PERSECUCIÓN RELIGIOSA

Las personas musulmanas no tienen libertad para practicar su religión en Xinjiang. Así lo demuestran los testimonios recogidos por Amnistía Internacional, que apuntan cómo se han considerado “radicales” prácticas religiosas y culturales básicas, y esto se ha utilizado como motivo de detención.

Como consecuencia de ello, la mayoría de la gente ha dejado de rezar o mostrar signos externos de observancia del islam, incluidos aspectos como la indumentaria, el aseo personal e incluso las formas de hablar.

Personas que habían sido cuadros gubernamentales chinos describieron a Amnistía Internacional cómo irrumpían en las casas de la gente para confiscar coranes, alfombras de oración y otros objetos religiosos. Las personas entrevistadas por Amnistía Internacional contaron que, en todo Xinjiang, mezquitas, santuarios, tumbas y otros lugares religiosos y culturales se habían demolido o reconvertido para otro uso sistemáticamente.

Por último, el informa destaca que el Gobierno chino ha llevado a cabo un “tremendo esfuerzo” para “encubrir sus violaciones del derecho internacional de los derechos humanos en Xinjiang”, hasta el punto de “amenazar, detener y maltratar” a quienes denuncian.

A su vez, se desconoce el destino de “cientos de miles” de detenidos”, muchos de los cuales se sospecha que siguen internados en los campos, mientras que se cree que otras han sido condenadas a largas penas de prisión o que han pasado a situaciones de trabajo forzoso u obligatorio.

Por todo ello, Agnès Callamard exigió que China desmantele “de inmediato” los campos de internamiento, ponga en libertad a las personas “detenidas arbitrariamente” y acabe con los “ataques sistemáticos” contra la población musulmana en Xinjiang.

También conminó a la comunidad internacional a “alzar la voz y actuar al unísono para terminar con esta aberración de una vez por todas. La ONU debe establecer y enviar urgentemente un mecanismo de investigación independiente para que los presuntos responsables de crímenes de derecho internacional rindan cuentas".

Al margen del informe, Amnistía Internacional presentó una nueva campaña con los expedientes de caso de más de 60 personas pertenecientes a minorías musulmanas que están desaparecidas y se cree que se hallan detenidas en campos de internamiento o cárceles de Xinjiang. La organización hará campaña activamente para que tanto ellas como todas las personas detenidas arbitrariamente en campos y cárceles queden en libertad.

(SERVIMEDIA)
10 Jun 2021
MST/clc