Kike Figaredo, prefecto apostólico en Camboya: “La silla de ruedas es como un sacramento, cambia la vida de la gente”

- Le llaman ‘el obispo de las sillas de ruedas’ y ha construido 15.000 para asiáticos vulnerables, muchos víctimas de las minas antipersona

-Fotografías: JM Rodríguez Olaizola

MADRID
SERVIMEDIA

A Enrique Figaredo, prefecto apostólico en la diócesis de Battambang (Camboya), se le conoce como 'el obispo de las sillas de ruedas', nombre que lleva con orgullo "porque ha sido un instrumento de cambio para la gente". Se lo pusieron en uno de los talleres que ha impulsado para fabricarlas, cuando le preguntaron '¿qué hace un cura aquí?' y él dijo que “la silla de ruedas es como un sacramento, cambia la vida de la gente”.

"Nuestras sillas están hechas por nuestra gente con discapacidad, que hacen un esfuerzo muy importante y trabajan muy bien y transforman la vida de personas sencillas, del campo y de zonas remotas. También permite que los niños hagan deporte o bailen. Es un título de honor, me da mucha fuerza. Es un símbolo de cambio para bien, de vida, de participación. Hace que el niño pueda ir al colegio, que las personas puedan ir al trabajo, salir de casa, socializarse, es un símbolo de encuentro".

Así lo afirma en una entrevista a Servimedia, durante su visita a Madrid para presentar ‘El corazón del árbol solitario’ (Salterrae), escrito por su compañero jesuita José María Rodríguez Olaizola. El autor subraya que la obra, más que una biografía que intercala otras historias, busca ofrecer una interpelación al lector. "La realidad es la que es pero no se recrea en el dolor y en la tragedia. La capacidad de superación de las personas es alucinante", dice Rodríguez Olaizola.

Pero Enrique Figaredo (Gijón, 1959), que se hace llamar Kike, que también responde al apelativo cariñoso de 'padre' en camboyano, además de prefecto es el encargado de los temas sociales de la Conferencia Episcopal de Camboya y preside Cáritas Camboya, del que uno de los mayores donantes es Cáritas Española.

Dice que su 'casa', desde donde salen unas 100 sillas al mes que distribuyen por todo el país, es el 'lugar de los prototipos' que construyen artesanalmente. Desde que llegó con 25 años a suelo asiático (y ya van 30) calcula que en los centros que ha impulsado para dar cobijo y trabajo a la gente se han construido 15.000.

También trabajan en accesorios y en el mantenimiento de estos dispositivos, que incluso adquieren forma de triciclos para adaptarse a las necesidades de los usuarios. La mitad son los camboyanos de sus proyectos y la otra parte de las sillas son para el "gran cliente", la Cruz Roja Internacional. También recibe buena cantidad de pedidos de organizaciones como Handicap International.

PROYECTOS

“Aunque llevo 30 años en el país las cosas son nuevas y sigo aprendiendo e intentando responder a las necesidades de la gente, que hoy están más focalizadas en la educación, muchas veces básica, en los pueblos remotos, en las personas con discapacidad o con necesidades especiales para el aprendizaje”, dice. Asimismo, desarrolla proyectos de desarrollo agrario para que los camboyanos más vulnerables tengan “lo básico para sobrevivir y no emigrar”.

También impulsa iniciativas de acceso a agua potable, salud e higiene, además de la 'tradicional' campaña contra las minas antipersona y la lucha por la construcción de la paz. Figaredo trabaja desde hace décadas en esos dos objetivos junto con miembros de otras religiones, como los budistas, en un claro ejemplo de diálogo interreligioso. En Camboya, los cristianos (incluídos católicos) apenas suponen el 1% de la población.

Aunque dice que los hogares que mantiene en Camboya para niños con discapacidad o procedentes de familias desestructuradas son “pequeños” (con entre 60 y 80 críos), cuenta por “miles” las personas a las que ayuda. Sus proyectos abarcan a alrededor de 50.000 jóvenes y niños a los que apoyan en las escuelas y las 100.000 personas a las que llegan en las denominadas “misiones médicas”. A ellos habría que sumar los miles de camboyanos con los que se ha cruzado desde que llegó al continente asiático.

El MILAGRO DE VIASNÁ

A falta de estructuras y organizaciones tan fuertes como las que existen en España el ámbito de la discapacidad, Kike Figaredo ofrece "acompañamiento". "El acompañamiento es muy importante, mostrar amistad y cariño y alentar. Hay muchas veces que no tenemos respuestas a los problemas, que son horribles por falta de medios", reconoce a Servimedia.

Pone como ejemplo a Viasná, una joven a la que conoció de niña hace más de una década y que presentaba una discapacidad progresiva que le impedía caminar y le provocaba temblores. Aunque la estudiaron múltiples médicos no se encontró ningún progreso. “Pero yo siempre la alenté a que estudiara un poco” y hace casi cinco años, una neuróloga que conocía Kike desde la infancia la empezó a tratar y consiguió que volviese a caminar.

“Viasná es un milagro. Tiene que tomar una medicina de por vida, pero ha pasado de estar reducida a la nada a caminar e ir a la universidad. Está progresando, estudia Contabilidad y creo que el año que viene podrá acceder a un puesto de trabajo con toda tranquilidad. Ha quedado pequeñita, pequeñita, porque no pudo crecer en esos doce años en los que estuvo paralizada, pero está tan campante y alegre”, cuenta. Su testimonio sirve de ánimo a otros chavales con discapacidad y les alienta a no tirar la toalla.

(SERVIMEDIA)
10 Abr 2016
AHP/gfm