Así lo desvela la primera gran investigación multicéntrica que se realiza en España sobre el impacto de la soledad y el aislamiento social en las personas que viven con VIH, en la que participaron unos 400 pacientes mayores de 50 años de 22 centros ubicados en nueve comunidades y cuyos resultados fueron presentados este miércoles en el marco del XIV Congreso del Grupo de Estudio del Sida de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica, según precisó la organización en un comunicado.

El estudio, presentado coincidiendo con la conmemoración, este viernes, del Día Mundial de la Lucha contra el Sida, también revela que el 29,1% refiere síntomas de ansiedad significativos y el 21%, de depresión, mientras el 24,3% acusa problemas de movilidad y el 40,8%, de dolor.

Los resultados de la investigación sugieren que “vivir solo sin desearlo o estar soltero se asocian con un mayor riesgo de soledad y de aislamiento social” y que las personas que presentan ansiedad “sienten estigma, presentan una mayor limitación para la movilidad y tienen una mayor predisposición a la soledad”, en tanto que las que presentan depresión “tienen una mayor predisposición al aislamiento social”. Como conclusión, los autores destacan la necesidad de “combatir” esta “elevada” prevalencia con estrategias de prevención y abordaje de la soledad y el aislamiento en estas personas.

CONGRESO

A lo largo de cuatro jornadas, los expertos reunidos por Gesida analizaron los datos epidemiológicos sobre VIH y las estrategias que “pueden hacer avanzar” en el cumplimiento de los objetivos de ONUSIDA en España, entre ellas facilitar el acceso a las pruebas de diagnóstico, la flexibilización del seguimiento terapéutico, la ampliación de criterios para la profilaxis pre-exposición y el manejo de las coinfecciones, fundamentalmente VIH, VHC e infecciones de transmisión sexual (ITS).

Junto a ello, trataron el abordaje del estigma, que, a juicio de los expertos, “no solo tiene consecuencias sobre la integración social, salud mental y calidad de vida de las personas que viven con el virus", sino que es también "una barrera para el abordaje del VIH, impactando negativamente sobre todos y cada uno de los pasos de la continuidad asistencial, así como de las hepatitis virales y las ITS”.