Tras recordar la extraña sensación que experimentó al llegar al aeropuerto de Colombo, capital del país, ya que "ofrecía una imagen aparentemente tranquila", relató que desde allí "el viaje se prolongó interminablemente, por las toneladas de escombros que hacían inviables los accesos y las paradas constantes para repartir lo poco que teníamos en el convoy".

"Muchos, desesperados, buscaban a sus familiares entre los escombros. Otros, sin embargo, parecían haber parado el tiempo ante las ruinas de sus viviendas, de sus vidas. No se movían, apenas hablaban", declara este miembro de Cruz Roja a la revista de información social "Quince Días", de Obra Social de Caja Madrid. "Nos encontramos y convivimos también, a manos llenas, con muchísimos testigos de la esperanza".