Así se expone en un informe elaborado por el Observatorio de Sostenibilidad (OS) y elaborado por el economista José Santamarta, como autor principal, y Fernando Prieto, Raúl Estévez, Carlos Alfonso y Juan A. Avellaner. El trabajo incluye datos preliminares de 2022.

Tras una disminución continua entre 2018 y 2020, apuntalada por la pandemia del coronavirus, las emisiones de gases que calientan la atmósfera crecieron en 2021 (288,6 millones de toneladas de CO2 equivalente, un 5,1% más que el año anterior) y en 2022 (305,1 millones, un 5,7% más).

El del año pasado es el mayor incremento anual desde 1999, cuando entonces las emisiones se elevaron un 7,8% más respecto a 1998.

Las emisiones de 1990 eran de 290,1 millones de toneladas de CO2 equivalente; las 2005 ascendieron a 442,3 millones; en 2020 fueron 274,7 millones (mínimo de la serie histórica) y en 2022 crecieron hasta 305,1 millones, con lo que superaron las de 1990 tras dos años por debajo del umbral de ese año base.

La crisis desatada por el coronavirus supuso la mayor disminución de las emisiones en 2020 (un 12,5% menos en comparación con 2019), lo mismo que sucedió con el PIB, el empleo o el aumento de la deuda pública, pero la vuelta a la normalidad ha supuesto un crecimiento de los gases que calientan el planeta, a pesar de la guerra en Ucrania y los altos precios del gas natural, el petróleo y la electricidad.

LEJOS DEL OBJETIVO PARA 2030

Las emisiones aumentaron el año pasado un 5,17% en comparación con 1990, cuando la Ley de Cambio Climático y Transición Energética recoge un objetivo de reducción de un 23% en 2030. Para ello, habría que disminuir las emisiones un 3,5% cada año. Si se quiere alcanzar el objetivo del 55% marcado por la UE, la reducción debería ser de un 7,5% anual hasta finales de esta década, porcentaje que solo se alcanzó en 2009 y 2020.

Por otro lado, las emisiones sujetas al comercio europeo de emisiones supusieron un 32% del total en 2022. Por su parte, los sectores difusos (residencial, transporte, agrícola, ganadero, gestión de residuos, gases fluorados e industria no sujeta al comercio de emisiones) representaron un 67% de las emisiones totales y la aviación, un 0,7%.

La disminución de la quema de carbón para la generación eléctrica se quebró el año pasado al aumentar un 60%, si bien ya representa una fuente marginal, a diferencia del consumo del gas natural en las centrales de ciclo combinado, que creció un 61% en 2022, a pesar de los altos precios provocados por la invasión rusa en Ucrania.

SEQUÍA

La producción hidráulica disminuyó un 40% por la sequía, la eólica creció un 1% y la fotovoltaica subió un 33%. Solo la eólica evitó la emisión de 30 millones de toneladas de CO2 equivalente.

Los años lluviosos registran una disminución de las emisiones y los años secos obligan a quemar más carbón y gas natural, con el consiguiente aumento de las emisiones. En 2022, el carbón subió un 59,1% y el gas natural un 61%.

Las emisiones del transporte por carretera subieron un 3,3%, y el consumo de petróleo creció un 9,1% hasta octubre de 2022. Por gases de efecto invernadero, el CO2 representó un 80%, el metano (CH4) un 14%, el óxido nitroso (N2O) un 6% y el resto corresponden a hidrofluorocarbonos (HFC), perfluorocarbonos (PFC) y hexafluoruro de azufre (SF6).

Santamarta aboga por “la necesidad de encarar de una vez la descarbonización del transporte, tanto aumentando las mercancías por tren como por la electrificación del transporte privado”. Según Prieto, “se debe eliminar cuanto antes el gas de la ecuación, aumentar las inversiones en termosolar como renovable de almacenamiento, reducir la ganadería intensiva y potenciar el autoconsumo con balance neto y la implantación masiva de renovable fotovoltaica en zonas sin valor ecológico, como vertederos, escombreras y zonas mineras”.