La factoría sevillana de Gillete cerró en abril de 1994 y los trabajadores adquirieron la opción de compra de las instalaciones el 8 de agosto de 1994, tras una reunión que mantuvieron con la dirección de la multinacional, en la que se acordó que el precio de venta a los trabajadores sería de 100 millones de pesetas.

Laureano Martos confirmó también que los antiguos trabajadores de la multinacional se dedicarán a la fabricación de material eléctrico cuando finalic el proceso constitutivo de la nueva factoría, cuyas negociaciones terminarán la semana que viene.

Otras iniciativas de reconversión que barajaron los trabajadores fue la fabricación de mangueras para fluidos especiales. Además, la empresa zaragozana Fundiciones Montañés, dedicada a la fundición de hierro con el uso de tecnología avanzada, hizo una oferta de 2.000 millones a los trabajadores en noviembre de 1994.

La decisión de Gillete de cerrar sus instalaciones de Sevilla, a pesar de los 800 milones de beneficio que obtuvo la empresa en el ejercicio 93-94, produjo una gran polémica en la capital andaluza e, incluso, la Junta de Andalucía llegó a declarar ilegal el cierre.