"El testamento", relata Carmen Franco, "lo escribió mi padre a mano, ya muy grave; pero antes de que se produjeran las hemorragias que lo postraron irremisiblemente, me lo entregó a mí para que se lo pasara a máquina. Sólo corrigió una palabra (después). Creo que fue la inclusión del nombre del entonces príncipe de España. Este documento lo llevé en mi bolso aquellos días, hasta que, fallecido mi padre, se lo entregué al presidente Arias".

La única hija de Franco narra detalles privados de la ida de su padre, como el que, después de entrevistarse con Hitler en Hendaya (Francia), "estuvo expuesto tres días el santísimo (en la capilla privada de El Pardo) y ante él rezábamos con mi madre".

Además, Franco accedió a que sus cocineros fueran guardias civiles, por indicación de los servicios de seguridad. "Les dieron a los designados un curso de cocina, pero me parece que aprovecharon poco", recuerda su hija.

Otro detalle de la vida del anterior jefe del Estado es que rezaba el rosario todo los noches con su esposa, Carmen Polo, y que luego se quedaba leyendo hasta bien entrada la madrugada.