Así, hicieron referencia a los tipos de calderas. Según indicaron, “lo más importante es elegir la que mejor se adecúe a cada hogar y hábitos para sacarle provecho y mejorar en eficiencia”. En primer lugar, destacaron que los nuevos modelos de calderas de condensación son más eficientes que los modelos tradicionales. Estos aprovechan el calor residual del vapor de agua generado durante la combustión, lo que permite reducir el consumo de gas y mejorar la eficiencia energética. Son compatibles con sistemas de baja temperatura como el suelo radiante y algunos modelos pueden integrarse con fuentes renovables como la aerotermia.

En cuanto al mantenimiento, los expertos subrayaron que “es imprescindible tanto para la seguridad como para el ahorro”. En este sentido, explicaron que las instalaciones de calefacción, cualquiera de ellas, están sometidas al desgaste por el uso y el paso del tiempo, por lo que aconsejaron realizar revisiones periódicas para detectar posibles averías y garantizar su correcto funcionamiento. En concreto, tanto en el caso de las calderas de condensación como los sistemas híbridos, deben revisarse al menos una vez al año por técnicos certificados.

Además, en el caso de las calderas de gas, apuntaron que es conveniente realizar una revisión preventiva cada dos años, que incluya un análisis de combustión para identificar niveles elevados de monóxido de carbono y actuar a tiempo en caso de ser necesario. A su juicio, también es esencial comprobar la presión del sistema con la caldera fría y realizar purgas periódicas en los radiadores para evitar acumulación de aire, que reduce la eficiencia térmica.

Por último, recomendaron mantener los emisores libres de obstrucciones; controlar la presión del sistema regularmente; usar termostatos inteligentes para optimizar el consumo; y, sobre todo, asesorarnos con profesionales certificados para cualquier intervención que se realice.