El objetivo de estas directrices es favorecer que los sistemas sanitarios nacionales se vuelvan más resilientes y reduzcan sus emisiones de gases contaminantes.

Según el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, “en todo el mundo, los sistemas sanitarios sufren las consecuencias del cambio climático, pero también contribuyen a él”.

“A medida que las temperaturas aumentan a nivel global y que los eventos extremos son cada vez más frecuentes”, los sistemas de salud tienen mayor necesidad de ser resilientes, advirtió.

Por eso, la OMS se dirige a las autoridades públicas, al sector privado, a los profesionales sanitarios y a los proveedores de servicios, con el fin de reducir el impacto de su huella de carbono en las actividades que realizan.

Entre otros puntos, ofrece recomendaciones para facilitar el acceso a fuentes de energía sostenible, optimizar los recursos existentes y reducir las emisiones de gases invernadero asociados al sector sanitario. También propone a los estados formas de organización que pueden ayudar a prevenir desastres y a mejorar la respuesta de los servicios si finalmente se producen.

Al mismo tiempo, el documento apuesta por reforzar la universalización de la sanidad y subraya que la protección ambiental disminuirá los riesgos para la salud general de la población.