En este sentido, desde la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) recordaron que la población de Afganistán se enfrenta a una de las crisis humanitarias de más rápido crecimiento del mundo. Así, la mitad de su población se enfrenta al hambre aguda, más de 9 millones de personas están desplazadas, millones de niños no van a la escuela, los derechos fundamentales de las mujeres y las niñas se ven amenazados, los agricultores y ganaderos están lidiando con la peor sequía en décadas, y la economía está en crisis. Por ello, en caso de no haber apoyo, miles de niños y niñas corren el riesgo de morir de desnutrición debido al colapso de los servicios básicos de salud.

Según apuntaron, pese a que el conflicto ha remitido, la violencia, el miedo y las carencias continúan impulsando a las personas afganas a buscar seguridad y asilo a través de las fronteras de su país, particularmente en Irán y Pakistán, lo que ha ocasionado que más de 2,2 millones de personas refugiadas registradas y otros 4 millones de afganos con diferente condición estén alojados en los países vecinos.

"Los eventos en Afganistán durante el año pasado se han desarrollado con una velocidad asombrosa y con profundas consecuencias para la población afgana. El mundo está perplejo y busca la forma correcta de reaccionar. Mientras tanto, se avecina una catástrofe humanitaria a gran escala”, señaló el secretario general Adjunto de Asuntos Humanitarios y coordinador de Ayuda de Emergencia de la ONU, Martin Griffiths, quien a su vez pidió “no cerrar las puertas” a las personas de Afganistán, y explicó que “los socios humanitarios están en el terreno y están actuando, a pesar de los desafíos”.