Lo dijo durante la ceremonia de traspaso de la cartera de Cultura -cuyo inicio se demoró tres cuartos de hora- que le entregó su sucesor en el cargo, Miquel Iceta, en un abarrotado salón de actos del Ministerio de Cultura.

En el acto estuvieron presentes la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz; el presidente del Consejo Superior de Deportes (CSD), Víctor Francos; el secretario primero del Congreso de los Diputados, Gerardo Pisarello; el presidente de Egeda, Enrique Cerezo; el presidente de la Academia de Cine, Fernando Méndez-Leite; el director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, Lluis Homar; la comisionada especial por la Nueva Economía de la Lengua, Cristina Gallach; los exministros de Cultura Iñigo Méndez de Vigo y Ángeles González Sinde; el exministro de Universidades Joan Subirats; la exalcaldesa de Barcelona Ada Colau; y los diputados de Sumar Agustín Santos Maraver y Aina Vidal, entre otros representantes políticos y del mundo de la cultura.

Luego de fundirse en un abrazo envuelto en una atronadora ovación del auditorio, comenzó su intervención testimoniando que supone para él un “placer y un honor” recibir la cartera de ministro de Cultura de “un amigo”, con quien le une “una memoria y un presentada compartido”, además de “Cataluña, el catalán y nuestra ciudad: Barcelona”. “Esta cartera no nos pertenece porque nos la presta la ciudadanía”, apostilló.

Ernest Urtasun reconoció que asume la cartera de Cultura con “vértigo y sensación de respeto”, teniendo en cuenta que entre sus antecesores se encuentran Jordi Solé Tura (1930-2009), Carmen Alborch (1947-2018), José Guirao (1959-2022) y Jorge Semprún (1923-2011), nombres todo ellos que aglutinan “talento y valentía” y que fueron capaces de amalgamar “esta institución, la cultura y el servicio público”.

El nuevo ministro de Cultura dedicó una parte de su discurso a Semprún, a quien presentó como “el escritor y el político de la memoria antifascista”, que se exilió en Francia durante el franquismo y que estuvo preso en el campo de concentración de Buchenwald.

Esto le sirvió para atestiguar que en Semprún reside la “cultura como antídoto contra la barbarie” y ratificó que su legado tiene vigencia actualmente en una Europa en la que “las fuerzas conservadoras y ultraconservadoras” están pergeñando en Europa “relatos excluyentes” basados en la “desmemoria”, el “veto” y el “odio” hacia los creadores culturales.

Ernest Urtasun arguyó que España es “una intersección de lenguas y culturas diversas”, como lo acredita que “amamos y creamos en gallego, en catalán y en euskera” y defendió el derecho a la libre expresión, “logro inherente de la democracia, contemplada en la Constitución”.

Por ello, denunció que se hayan vetado a cantantes, conciertos, obras de teatro y películas de animación en España. Tras dejar claro que su ministerio tendrá un compromiso inquebrantable con la libertad de expresión manifestó que “no hay derecho a la cultura sin libertad de expresión”.

Ernest Urtasun también subrayó que la desigualdad social propicia también una “brecha” en el acceso a la cultura y se conjuró para auspiciar la participación de la ciudadanía en la vida cultural del país.

A su vez, afirmó que seguirá “estimulando y protegiendo” las condiciones laborales de los creadores artísticos, para lo cual la culminación del Estatuto del Artista constituirá una “prioridad” en su gestión.

Por su parte, apuntó que “la pluralidad lingüística” en España será un “bien cultural común”, un aforismo que apuntaló con la cita de Montserrat Puig: “Cultura es el aire que respiras”.

Del mismo modo, dejó clara su voluntad de “enarbolar la bandera de la cultura frente a la censura y el miedo en la calle, en los medios de comunicación y en las redes sociales”.

Por último, refrendó que la diplomacia cultural será un “eje de su mandato” y agradeció su apoyo al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a Yolanda Díaz, a Sumar, a los Comunes y a Jordi Martí, que se postula como su secretario de Estado.