El documento, titulado ‘Recomendaciones sobre inmovilizaciones terapéuticas físicas y químicas’, revela que estas sujeciones son “una práctica habitual tanto en el medio hospitalario como en el residencial y esta medida debe ser extraordinaria y excepcional y sólo debe utilizarse como último recurso y cuanto otro tipo de medias son ineficaces”.

A este respecto, la doctora María Jesús del Yerro, psiquiatra y vocal de la Comisión de Deontología del Icomen, afirmó que “la forma en la que se aplican va a influir en que la persona afectada sea tratada con el respeto y la dignidad que se merece. Además hay que tener en cuenta que son prácticas que no están exentas de riesgo, ya que pueden provocar lesiones permanentes que pueden llegar a ser irreversibles, e incluso llevar a la muerte”.

En este mismo sentido, la vicepresidenta del Icomen, la doctora Belén Padilla, dijo que “hay que evitar situaciones de humillación o uso excesivo de la fuerza. Hay que procurar que el entorno sea relajado y tranquilo y sin la presencia de terceras personas”. Y añadió que “no se debe olvidar nunca que la persona inmovilizada es especialmente vulnerable”.

Según recordó el Icomen en una nota informativa, las sujeciones físicas o mecánicas son cualquier dispositivo material o equipo aplicado a una persona, unido a ella o cerca de su cuerpo, que no puede ser controlado o retirado con facilidad por ella misma y que deliberadamente evita o intenta evitar su libertad de movimientos y/o el natural acceso a su cuerpo, como correas, chalecos, cinturones, pijamas o barandillas para las camas. Otras sujeciones químicas consisten en el uso de fármacos que actúan sobre el sistema nervioso central, provocando una sedación y reducción de la movilidad de la persona.