Así lo dijo el propio Suárez Illana a los periodistas en los pasillos de la Cámara baja tras concluir el turno de intervención del Grupo Parlamentario de Bildu, que estuvo plagado de interrupciones por el barullo formado a raíz de varias de sus palabras contra el discurso del rey Felipe VI en octubre de 2017 tras el referéndum ilegal del 1-O y de que ensalzara al coordinador general de su formación, Arnaldo Otegi, condenado por pertenencia a organización terrorista.

Con la voz quebrada de emoción, expuso que al dar la espalda intentó “aplicar el sabio consejo” que su padre Adolfo Suárez, el primer presidente de la democracia española, le dio al entrar en política hace más de tres lustros. “Me dijo que me acostumbrara a vivir con la excrecencia sin confundirme con ella”.

Suárez Illana justificó su protesta con el argumento de que en democracia “no todos los hechos ni todas las ideas son respetables” pese a que minutos antes la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, denegó una petición de PP y Ciudadanos para obligar a la portavoz de Bildu a retractarse al considerar que sus palabras estaban dentro del derecho a la libertad de expresión.

Insistió en que “tan asesino es el que da cobertura política o logística como el que vacía su arma indefensa” sobre una víctima del terrorismo y citó como ejemplos a “compañeros” políticos de PP y PSOE que fueron atacados por ETA, como Ernest Lluch, Gabriel Cisneros, Eduardo Madina o el hermano de Teresa Jiménez Becerril.

Recordó que podría enumerar nombres de víctimas del terrorismo “hasta superar los dos millares” y señaló que entre ellas ha habido en cuarenta años “hombres y mujeres, niños, militares, guardias civiles, policías, jueces, abogados, ingenieros” y toda clase de personas “cuyo único delito fue querer convivir en paz y libertad” con la Constitución de 1978.