Los vocales del CGPJ volvieron a reunirse hoy en pleno para nombrar al sustituto de Carlos Dívar al frente Tribunal Supremo. Los miembros del Consejo no lograron consensuar el nombre del sucesor en los dos encuentros celebrados la semana pasada.

En concreto, los vocales se reunieron sin éxito durante casi 14 horas en dos sesiones celebradas el martes y el miércoles de la semana pasada. En estos encuentros se llegaron a barajar los nombres de entre 20 y 30 candidatos, pero ninguno de ellos obtuvo el apoyo de 12 de los 20 vocales, el mínimo necesario para poder ser designado presidente conjunto del Supremo y del Consejo.

La portavoz del CGPJ, Gabriela Bravo, explicó en una rueda de prensa ofrecida el pasado miércoles que, a pesar de la falta de consenso, se había logrado avanzar, y dijo esperar que la designación del nuevo presidente se produzca “en un tiempo razonable”.

Bravo señaló asimismo que en esos dos días de reunión los vocales trabajaron “intensamente en la valoración de los candidatos”, todos ellos “de gran talla”.

La portavoz se mostró convencida de que el CGPJ podrá cumplir con su “fundamental misión” de encontrar al sustituto de Carlos Dívar.

PLANTAR CARA A GALLARDÓN

Los vocales se habían sumergido en los últimos días en una frenética actividad con el objetivo de alcanzar el consenso necesario para nombrar a un nuevo presidente conjunto del Supremo y del Consejo, celebrando continúas reuniones que se movieron entre las discrepancias sobre los candidatos y la perentoria necesidad de plantar cara al ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, ante su propuesta de recortar en profundidad las competencias del órgano de Gobierno de los jueces.

El objetivo primordial del nombramiento es acabar con la “imagen de debilidad” ofrecida por el CGPJ tras la polémica suscitada por los viajes que Carlos Dívar cargó a las cuentas de la institución y por la bicefalia que se ha implantado tras su dimisión, con Fernando de Rosa encabezando el Consejo y Juan Antonio Xiol presidiendo de forma interina el Supremo. En el seno del Consejo se considera que Gallardón ha aprovechado esta imagen de debilidad para plantear su reforma.