Margallo hizo este diagnóstico en su intervención en la inauguración del V Congreso Mundial contra la Pena de Muerte, que se celebra en Madrid. El ministro se sentó en el escenario junto a su homólogo frances, Laurent Fabius, el suizo, Didier Burkhalter y la viceministra del ramo noruega, Gry Larsen, cuando el conductor del acto les requirió a ello.

El ministro español recordó sus discusiones en la facultad de Derecho franquista, en que aseguró que criticaba la pena de muerte, vigente y aplicada hasta la muerte de Franco, porque le parecía contraria al Derecho Natural.

Frente al franquismo, recordó las dos amnistías, defendió la Constitución como una de las más garantistas del mundo, y aseguró que nadie en España intentó rescatar la pena de muerte cuando el terrorismo se hizo “mucho más cruel y vengativo contra la democracia que contra lo que había sido contra la dictadura”, y tampoco después del 11-M.

Margallo subrayó también que España ha sido siempre firme partidaria de la abolición de la pena capital y se ha unido a todas las iniciativas de Naciones Unidas al respecto y, personalmente, expuso que la pena no soluciona nada sino que agrava los problemas y es un germen de enfrentamiento civil.

Para la abolición total, expuso las tesis de que los gobiernos que la han ido suprimiendo de su ordenamiento lo han hecho en su mayoría n por voluntad propia, sino forzadas por la opinión pública de su país, por lo que apostó por insistir en organizar actos internacionales como este congreso para “ir modelando opiniones públicas” que acaben exigiendo esa abolición. Fabius y Larsen, por el contrario, defendieron que los gobiernos que aún no han derogado la pena capital tomen la delantera a sus sociedades, para que éstas al final lo acaben aceptando e interiorizando.