Madrid. Más quejas en los residentes que en los comercios por el cierre de Gran Vía

MADRID
SERVIMEDIA

El cierre de la Gran Vía esta mañana, de 10.00 a 14.00 horas, con motivo del Día Europeo sin Coches ha generado más rechazos entre los residentes en la zona que en los comercios, que, en general, no han notado un descenso de clientes e incluso han constatado una mayor afluencia.

Según los testimonios que pudo recabar Servimedia, el cierre al tráfico rodado no ha provocado un descenso significativo en la entrada de clientes en los comercios. En algunos, incluso indicaron que la peatonalización puede favorecer a los negocios.

Por ejemplo, Alfonso, encargado en una pizzería, cree que el veto a los coches provoca que "la gente se mueve más, tiene más libertad", y eso le lleva a visitar más comercios.

Lo mismo sostiene Fernando, camarero del Starbucks del tramo cerrado al tráfico, en el que, aunque iba a ser el que va de San Bernardo a Hortaleza, la Policía no dejaba entrar desde la misma Plaza España.

"Para mucha gente, ayudaría al turismo", constata. De origen colombiano pero con 16 años de residencia en España, la experiencia le lleva a aconsejar cerrar la calle más veces y hasta con carácter permanente. "Mientras pongan autobuses siempre hay alternativa", reflexiona.

Igual de entusiastas se muestran Beatriz y Stephanie, dependientas en Calcedonia. "Hay más gente, se está vendiendo más", explica Beatriz, a quien le saben a poco estas interrupciones ocasionales de la Gran Vía.

"YO LA CERRARÍA"

"Yo la cerraría", dice riendo, y otro tanto Victoria, funcionaria de la Oficina de Turismo que, mientras reparte folletos entre los viandantes, celebra que hoy "se está mucho mejor". Su compañera suscribe: "Yo iría todos los días en bici, pero los coches no respetan".

Stephanie, como Fernando, subraya también la ventaja de que haya menor ruido de motores. Ella ha ido a trabajar andando, y Beatriz en tren, por lo que no han encontrado problemas para llegar a su puesto.

Tampoco los ha encontrado el vigilante de Zara, que viene en tren desde Alcalá de Henares y no se le ocurre coger el coche desde que un compañero no encontró aparcamiento y se dejó 36 euros, todo el jornal, en un parking de pago.

Tanto él como Jessica, de H&M, explican que, al haber sido un cierre matinal, las tiendas de ropa, cuya clientela se aglomera por las tardes, no pueden notar si la peatonalización ha mejorado o empeorado el negocio. Pero, como ciudadanos, los dos aplauden la iniciativa, si bien el vigilante puntualiza que habría que hacer una excepción con los transportistas.

Igualmente se declara a favor Marta, dependienta en Telefónica, quien cree percibir "más o menos igual, quizá un poco menos" de afluencia en esta mañana atípica; pero no obstante puntualiza: "No sé qué haríamos si no fuera por el coche. Yo vivo en Rivas".

En la línea de Marta, el diagnóstico del encargado de una farmacia es que el día ha estado "un poquito flojo", pero se consuela: "No nos podemos quejar, estamos en la Gran Vía".

RESIDENTES

Las que más se quejan son Lidia, encargada del McDonald's, y Beatriz, que regenta uno de los kioskos. Pero no protestan desde el punto de vista comercial, sino como residentes. A éstos tampoco se les ha dejado entrar en el tramo cortado al tráfico, y Lidia, que afirma no tener datos objetivos para indicar si el cierre ha mejorado o perjudicado al negocio, se indigna: "Me va a tocar pagar 30 euros de taxi".

Lidia se excusa en la falta de tiempo para no explayarse un poco más, pero Beatriz, quien atestigua una afluencia "normal" de clientes, critica algunas cosas más.

Por ejemplo, que el cierre debería haber sido un domingo, no un día de diario y pocos días después del que provocó la última etapa de la Vuelta Ciclista a España, porque los usuarios de coche se ven muy perjudicados: "Los impuestos los pagamos todos. Hay que pensar en todos", reivindica.

La kioskera se acuerda también de los transportistas y teme que, si el Ayuntamiento se atreve a cerrar Gran Vía de manera permanente, sea imposible repartir todas las mercancías antes de las 10.00 horas. Y, ya embalada, advierte de la temeridad de todos los transeúntes que se paran en mitad de la calle para retratar la excepcionalidad del día con una fotografía como la que acompaña a estas líneas.

"Parecen nuevos. ¡Un autobús casi pilla a un chico!", exclama con una indignación que rima con su escepticismo. Una reacción natural en alguien que se siente ajeno y víctimas de una iniciativa que para quienes la comparten rezuma carácter festivo.

(SERVIMEDIA)
22 Sep 2015
KRT/gja