La fábrica sevillana fue cerrada en abril del 94 por los directivos de Gillete, que ofrecieron en agosto del mismo año a los 242 obreros de la factoría una opción de compra valorada en 100 millones de pesetas.

Una vez ejercitada la opción, los obreros comenzarán a fabricar material eléctrico, la alternativa elegda para reemplazar a la actividad que realizaban para Gillete, la multinacional que decidió cerrar la fábrica de Alcalá de Guadaira, pese a obtener beneficios, alegando que formaba parte de una reestructuración de sus instalaciones a nivel internacional.

Los trabajadores desecharon otras iniciativas de reconversión como la fabricación de mangueras para fluidos especiales y la oferta de 2.000 millones de pesetas presentada por la empresa zaragozana Fundiciones Montañés, dedicada a la fundición de hierr con el uso de tecnología avanzada.