Cine
La competición oficial de la Seminci echa el cierre
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Después de ocho días muy intensos, la competición de la Sección Oficial de la 70 Semana Internacional de Cine de Valladolid echó hoy el cierre tras la proyección de tres películas totalmente dispares.
Con su habitual tono contemplativo, y un ritmo propio que ha convertido en seña de estilo, el filipino Lav Diaz explora el reverso y los claroscuros de la gesta de ‘Magallanes’ en su nueva película; por su parte, László Nemes ofrece un relato de supervivencia de su país y de su propio padre en ‘Orphan’, ambientada tras la frustrada Revolución de Hungría de 1956; por último, Nadav Lapid dibuja en ‘Yes’ una grotesca e impertinente sátira política de la situación en Israel, con la que sin duda ha sido la película más polémica de esta edición. Esta última cinta se proyectó ante escasísimo público en los Cines Broadway tras un despliegue policial sin precedentes en el certamen en periodo democrático.
“Siempre he soñado con hacer una película sobre Magallanes. Soy filipino, y cuando él llegó a nuestras costas, fue el primer ‘encuentro’ con Occidente… y eso inició una nueva era para nosotros”. Son palabras de Lav Diaz sobre el origen de su nuevo film, que lleva por título del insigne apellido del descubridor que inició la primera vuelta completa al mundo. La película descansa por completo sobre los hombros del actor mexicano Gael García Bernal, a quien el espectador acompaña en un denso proceso de enajenación mental a lo largo de las casi tres horas de metraje.
Como es habitual en las películas de Diaz, el tiempo y el espacio transcurren de forma diferente, a una velocidad inusual, ante los ojos del público. La vida, y sobre todo la muerte, presiden y atenazan a los personajes, incapaces de esquivar sus destinos. Es algo que se aprecia sobremanera en el protagonista, obcecado en su cruzada personal para detener el avance del Islam a cualquier precio, asfixiando la ruta comercial musulmana para impulsar la evangelización cristiana con el descubrimiento de una nueva ruta hacia las Islas Molucas, más conocidas como Islas de las Especias.
Con una estructura rígida en tres actos muy marcados, pinceladas al modo de cuadros y el inconfundible sello personal estético de Albert Tort, el director de fotografía habitual de Albert Serra (aquí coproductor) en los últimos doce años, Lav Diaz teje su desmitificadora historia a partir de escenas aisladas, siempre con la cámara fija y en el angosto formato de 4:3, que por momentos parecen composiciones teatrales donde la estética llega a asfixiar una naturalidad que parece no buscar en ningún momento.
Lo que en manos de otro realizador sería una película de aventuras, con su sucesión de traiciones, masacres, ritos e incluso historias de amor imposible (ahí están los planos de su amada, solitarios en el metraje como el remoto eco de la civilización que Magallanes dejó atrás al emprender su desafío), aquí se convierte en un trabajo de cámara en torno a situaciones cotidianas que predominan sobre la épica, para abocetar los intrincados laberintos emocionales que rodean al protagonista, convertido prácticamente en un fantasma. El descubridor no fue sino un paria en Portugal, que acabó encontrando cobijo en la archienemiga Corona española para cumplir su sueño; un anhelo que, en su reverso, encerraba su propia maldición.
IRA E IMPOTENCIA
Hace justo una década, László Nemes sorprendió a propios y extraños con su tardío debut en el largometraje. Rondando la cuarentena presentó en el Festival de Cannes ‘El hijo de Saúl’, su ópera prima, que acabó alzándose con el Gran Premio del Jurado, el Bafta e incluso el Óscar a la mejor película en lengua extranjera. Aquella escalofriante historia que buceaba sobre la indeleble huella del Holocausto, encontró continuidad tres años después en la irregular ‘Atardecer’ (premio de la crítica en Venecia), donde viajaba hasta el Budapest de los tiempos previos al estallido de la Primera Guerra Mundial, y ahora, con ‘Orphan’, su tercer largometraje, el cineasta húngaro profundiza en su muy personal exploración sobre los horrores del siglo XX.
‘Orphan’ es una historia de supervivencia que traslada al espectador hasta los primeros momentos después de que las tropas soviéticas aplastaran sin piedad la fugaz Revolución Húngara de 1956. Su protagonista es Andor, un niño de apenas doce años que encarna con soltura el debutante Bojtorján Barabas, elegido por la directora de casting entre más de 4.000 niños a los que se hicieron pruebas a lo largo y ancho del país.
Él es el alter ego de András Jeles, padre del propio László Nemes, cuya historia personal está en el eje capital de esta historia. Él, como el protagonista, tuvo que enfrentarse cara a cara con el trauma al descubrir a los doce años que sus raíces no eran las que siempre había pensado. Esa historia personal le sirve a Nemes para extrapolar las infinitas y devastadoras consecuencias que el drama de la guerra supuso para incontables familias de todo el Este de Europa.
En un relato salpicado de constantes elipsis y saltos temporales que complican una lectura lineal de la narración, Nemes presenta la historia a través de los ojos de un joven que, en su tierna niñez, fue rescatado del orfanato por su madre, y que cuando se asoma a la adolescencia (al igual que le sucede a su propio país, encorsetado por la represión comunista) rebosa ira, rabia e impotencia, cuando todas las creencias que le habían inculcado en torno a su padre ausente, comienzan a desmoronarse.
EL ARTE DE PROVOCAR
“¿Pero qué vamos a ver?”. La mordaz pregunta se la lanzaba a primera hora de la tarde de hoy una espectadora al vigilante de seguridad que la cacheaba, en una tercera tanda de controles, justo antes de acceder a la sala 5 de los Cines Broadway para ver ‘Yes’, la película israelí de Nadav Lapid cuya inclusión en la Sección Oficial a concurso desató numerosas protestas propalestinas durante la alfombra previa a la gala de inauguración de la 70 Semana Internacional de Cine de Valladolid. Una veintena de policías nacionales, además de la seguridad privada, velaban los accesos al cine desde más de media hora antes de la proyección, cacheando y pidiendo identificación a cuantos osaran acercarse, en un despliegue sin precedentes en la historia del certamen en tiempo democrático. “Con un poquito menos de miedo funcionamos mejor”, subrayaba ya en el interior otro de los sufridos espectadores.
La película, más allá del ruido, es una grotesca e impertinente sátira política de la situación actual en Israel, que reflexiona con el exceso por bandera (y son muchas las banderas de Israel con la estrella de David que ondean en el metraje) sobre el posicionamiento político de los artistas en su país natal.
Se trata de una coproducción de Francia con Chipre, Alemania y el Estado de Israel, algo, esto último, que despertó las protestas por su selección en Seminci en pleno genocidio en Gaza. Y precisamente el film está ambientado momentos después de los ataques de Hamas del 7 de octubre de 2023, que despertaron las represalias israelíes que aún hoy sigue sufriendo el pueblo palestino.
En ese contexto, Y., un músico interpretado por el artista (que no actor) Ariel Bronz, y su mujer, la bailarina Yasmin (Efrat Dor), sobreviven cual prostitutas, entregando su trabajo, sus cuerpos y su alma a las élites israelíes, necesitadas de diversión y desenfreno en pleno conflicto. Estructurada en tres bloques bien diferenciados, la primera parte (titulada ‘La buena vida’) se entrega al exceso, la bufonada y lo burlesco, con una cámara atragantada de ácido que a duras penas atisba a enfocar la decadencia moral de quienes Lapid apunta como ‘Los pilares de la sociedad’ (con un guiño directo al lienzo homónimo de George Grosz), en alusión a los eslabones más altos de la jerarquía israelí (“gente más rica que Dios”, la llaman), más preocupados en bailar el ‘Aserejé’ o satisfacer sus fetiches sexuales que en cualquier otra cosa. Las noticias del genocidio, que apenas se atisban en ‘newsletters’ que llegan a la pareja en sus móviles, duran unos instantes, cargadas eso sí de un ruido ensordecedor, mientras todos, en su entorno, disfrutan de apacibles días de vino y rosas como si nada estuviera sucediendo.
En el segundo bloque llega la pausa, sin rehuir aún el gag ni la exageración de efectos especiales que enfatizan y desplazan el foco de atención del auténtico relato. En esa parte (‘El camino’), el protagonista se reencuentra con Lea, un antiguo amor, al alejarse con la frontera con Gaza y de la vacía verborrea de la parte precedente. Y. ya ha recibido para entonces el superlativo encargo de componer la música de “un nuevo himno nacional para un nuevo Israel”, con el que levantar los ánimos del pueblo, enalteciendo en sus versos el “exterminio de los portadores de esvásticas”. La tercera y última parte del film se centrará en dilucidar si el protagonista sigue adelante con su nauseabunda tarea o si es capaz de renunciar.
(SERVIMEDIA)
31 Oct 2025
CLC


