La crisis de las dioxinas que se desató en Bélgica en junio de 1999 provocó una crisis sin precedentes en el sector pollero español, que se vio obligado a congelar grandes cantidades de carne -con la colaboración de Mercasa- para vitar el "crack" del sector. No obstante, la rebaja de precios y del nivel de consumo supuso unas pérdidas de más de 26.000 millones de pesetas.

Ahora, tras recuperarse la normalidad, los productores han iniciado la exportación de pollo congelado a los mercados europeos, si bien se está realizando en pequeñas cantidades para no colapsar las ventas.

En cuanto al mercado español, el pollo congelado apenas se consume en España, donde se prefiere por tradición el consumo de carne fresca, que, además,ha repuntado en los últimos meses tras superar la crisis.

Los polleros españoles destacan que tras superar la crisis de la dioxina, la carne española se está abriendo nuevos mercados en la Unión Europea por la calidad contrastada del producto español y por la desconfianza de los consumidores hacia los productos procedentes de Bélgica y su área de influencia.