A mediados de la pasada semana, unos padres denunciaron ante el Grupo de Menores de la Policía Judicial (Grume) la violación de su hija de 10 años. Ante los funcionarios especializados, la niña explicó que, desde hacía varios meses, iba periódicamente a jugar al domicilio de una amiga suya.

El padre de ésta última había comenzado a tocarla en distintas partes del cuerpo, incluídos los órganos genitales. Por la explicaciones de la menor, los funcionarios dedujeron que, a partir de cierta fecha, la pequeña había sido objeto de repetidas violaciones en una de las formas previstas en el Código Penal.

No se atrevió a relatar a sus padres lo que estaba ocurriendo porque el hombre la había amenazado. Añadió que habitualmente iba acompañada por otra amiga suya, de 11 años, que también había sido objeto de los mismos actos.

Los policías se pusieron en contacto con los padres de esta pequeña, que, explorada en u presencia, vino a confirmar todo lo relatado en la denuncia anterior. Explicó que el detenido le había entregado cantidades de 1.000 a 2.000 pesetas, dinero que guardaba en un armario.

Tampoco había contado nada debido a las amenazas, pero indicó que la hija del propio agresor, y amiga suya, se encontraba en la misma situación que ellas.

La exploración de ésta última, de 7 años, en presencia de su madre, confirmó punto por punto todo lo relatado por las otras dos niñas. La crudeza del lenguaje tilizado por la más pequeña, impropio incluso de una persona adulta, ha sorprendido a los funcionarios del Grume, a pesar de tratarse de hombres y mujeres acostumbrados a enfrentarse a situaciones parecidas.

El pasado viernes por la tarde los agentes detuvieron al presunto agresor. En su vivienda decomisaron una de las cintas pornográficas que pasaba a las pequeñas previamente a los abusos y violaciones. Cuando éstas iban a tener lugar, echaba a su mujer de la casa y cerraba la puerta con llave para qe las niñas no pudieran escapar.