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Nino Olmeda, expreso del franquismo y víctima de la “tortura y el desprecio” en la Puerta del Sol: “Te desnudaban moralmente”
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El periodista y expreso político de la dictadura franquista Nino Olmeda relata en una conversación con Servimedia la "tortura y el desprecio" que vivió detenido en la Dirección General de Seguridad (DGS) de la Puerta del Sol y en la cárcel de Carabanchel dónde fue testigo del motín del 18 de julio de 1977, cuando se cumplen 50 años de la muerte del dictador Francisco Franco.
Nino Olmeda pasó tres veces por la Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol, hoy sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid, en la que echa de menos una placa que recuerde lo que a él y a miles de personas les ocurrió en aquel lugar durante años. “Sufrimos la tortura y el desprecio de la brigada político-social (BPS)”, “allí se ha muerto gente y se ha tirado a gente por la ventana”, lamenta.
Olmeda vivió este 20 de noviembre con “tranquilidad”, pero “mucha reflexión”, especialmente sobre los jóvenes que piensan que hoy se vive en una dictadura cuando lo que sucedió durante los 40 años de franquismo no se puede comparar a la realidad actual. “No había ningún tipo de derechos sociales, ni políticos, ni humanos”, afirma.
Tampoco había “ningún tipo de representación para el 50% de la población”, las mujeres fueron “un cero a la izquierda” durante la dictadura, señaló a las puertas del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia de Género, el 25 de noviembre. Añade que en aquel momento, a pesar de las agresiones sexuales y físicas, las mujeres que acudían a hospitales debían decir que se “habían dado un golpe o se habían caído”.
La Político-social detuvo a Olmeda por primera vez durante una asamblea de trabajadores en la iglesia del Dulce Nombre de María. Él nació en Vallecas, en aquella zona algunos “curas progres” permitían que sus iglesias fueran lugares de reunión tras la misa para los trabajadores, que en aquel momento no se podían organizar en sindicatos por la falta de libertad. En medio de uno de estos encuentros apareció la brigada político-social y le condujeron a la Puerta del Sol. “En cuanto entrabas en el coche, ya estabas acojonado porque nunca sabías qué iba a pasar”, relata.
El trato en la Dirección General suponía para los presos una “humillación”. “Te desnudaban moralmente”, expresa Olmeda. No obstante, lo que más le dolía no eran “las bofetadas” ni las “tonterías” como que les pusieran “balas entre los dedos”, sino que los policías se jactaran de su discapacidad, provocada por la poliomielitis cuando era pequeño.
También relata cómo se adoctrinaba en la ideología franquista a los presos y cómo en el breve reconocimiento médico que se les hacía al llegar debían decir que se habían caído o tropezado para no recibir más golpes de los agentes. “Me preguntaron: ¿Qué te pasa? Y dije: Es que esos hijos de puta me han dado una paliza. Después bajaron los mismos y me hicieron subir porque parece que alguna de las materias no la había aprendido bien”.
De aquellos policías recuerda que “no había ley que les pusiese límites” y que buscaban “torturar rojos y humillarlos”. “Eran unos analfabetos sin cultura”, añade. Alguno de ellos llegó a trascender con los años como nombre icónico de la represión franquista en Madrid. Es el caso de Juan Antonio González Pacheco, conocido como ‘Billy el niño’. “Era intimidante, siempre repartía alguna galleta, pero lo que percibí es que él disfrutaba mirando, era un hombre siniestro”, cuenta Olmeda.
CARABANCHEL, 1977
Además de la detención en la iglesia, a Olmeda le volvieron a detener en un concierto del cantante uruguayo Daniel Viglietti que terminó entre gritos de “libertad” y “amnistía”. No obstante, el episodio más grave ocurrió tras participar en una manifestación a favor de la República y la amnistía. La BPS fue a buscarle a su casa y terminó detenido en la Dirección General y preso posteriormente en la Prisión Provincial de Hombres de Madrid, popularmente conocida como la Cárcel de Carabanchel, icono de la represión política del franquismo, y declarado recientemente lugar de Memoria Democrática. Allí fue testigo del motín del 18 de julio de 1977, cuando los presos tomaron las galerías de la cárcel el día en que se conmemoraba el “alzamiento nacional” pidiendo “libertad y amnistía”.
Tras el motín, a él y algunos presos más les condujeron a “la capilla”, que era el lugar “donde llevaban a los presos antes de fusilarles”. “Me acojonó bastante”, recuerda, y no en vano. De madrugada se despertó con una bota en la boca, una pistola en la cabeza y el dedo de un guardia que le dijo “silencio”. Afortunadamente, en lugar de lo que hubiera sucedido durante la guerra, Olmeda y otros presos fueron trasladados a la prisión de Córdoba donde pasó otros tantos meses hasta que le pudieron liberar.
La vida en las cárceles estaba marcada por la “solidaridad” entre los presos que se reunían juntos en torno a los transistores para escuchar las noticias de una España en la que empezaba a vislumbrarse la libertad que durante tantos años no se había podido reclamar.
La cárcel de Carabanchel fue construida por el régimen franquista para sustituir a la antigua Cárcel Modelo de Madrid, destruida durante la guerra. Esta nueva prisión fue levantada entre 1940 y 1944 mediante el trabajo forzoso de un millar de presos republicanos, integrados en los Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores Penados y subcontratados por empresas privadas, convirtiéndose así en uno de los emblemas más claros del sistema represivo y de la ideología del régimen.
Entre 1944 y 1975 se documentaron más de 200 ejecuciones, algunas dentro de la prisión y otras en los cuarteles cercanos de Campamento. También las últimas ejecuciones del franquismo que acabaron con la vida de dos militantes del FRAP José Humberto Baena, José Luis Sánchez-Bravo y Ramón García Sanz, fusilados el 27 de septiembre de 1975. Albergó también a numerosas figuras de la resistencia, el sindicalismo y la cultura española, como Marcelino Camacho, Nicolás Sartorius, Miguel Boyer, Enrique Múgica, Fernando Savater, Marcos Ana, Ramón Tamames, Miguel Gila, Nicolás Redondo, Fernando Arrabal o Eduardo Saborido, entre otros.
MUERTE DE FRANCO
Para Olmeda, la muerte de Franco supuso abrir “la tubería por donde salieron los derechos, la libertad y la representación política”. Por ello, considera que, aunque la democracia llegó en 1978, la efeméride que debe celebrarse es la muerte de Franco, pues “si esa tubería no se hubiese abierto no hubiese llegado todo lo demás, como la transición, las primeras elecciones, la legalización de los partidos y los derechos”.
El periodista aún recuerda cuando un día caminando con su padre por Vallecas pasaron por delante de un bar con una televisión que retransmitía una imagen de Franco escuchando el himno. El padre de Olmeda, con su hijo en brazos, no se paró frente a la televisión, lo que le valió las “bofetadas” de un policía que además le brindó una sugerencia. "Si puede la próxima vez, cuando esté el caudillo y el himno de España, haga el favor de mirar y saludar”, evoca.
Por todo ello, insiste en criticar a los “necios” que piensan que hoy se vive en “una dictadura” y a quienes tratan de “blanquear con bobadas” lo que fueron aquellos 40 años para España. También llama a “no olvidar” lo que sucedió y recordarlo con simbología como la placa en la Dirección General de Sol, porque no se trata de “venganza”, sino de que “no lo olvide nadie”.
(SERVIMEDIA)
23 Nov 2025
JAM/mmr


