El estudio, publicado en la revista OCU-Copra Maestra, analiza 25 marcas de turrones de yema tostada de calidad "suprema" y "extra", desechando los de calidad "estándar" y "popular", que, a juicio de esta asociación, no deberían considerarse turrones, ya que su contenido en almendra es meramente testimonial.

El informe de la OCU destaca que, aunque los turrones de yema tostada analizados cumplen el mínimo legal de contenido de yema de huevo (1 por ciento de yema en polvo, equivalente a un 2 por ciento de yema fresca), es una cantidad muy escaa al tratarse de un turrón de yema.

Según la OCU, en las 25 marcas de turrones analizadas las cantidades de yema deshidratada encontradas oscilan entre el 1,1 por ciento y el 2,5 por ciento, cantidades que, en opinión de la OCU, no justifican la denominación "de yema" y que están muy lejos del más del 10 por ciento que llevan los turrones de yema caseros.

La OCU denuncia que para justificar esta escasez de yema de huevo, la mayoría de los turrones analizados recurren a los colorantes, que son "abolutamente innecesarios" y lo único que pretenden es "engañar al consumidor para que crea que el turrón que toma está hecho con mayor cantidad de huevo".

Los conservantes son otro de los inconvenientes. Aunque son innecesarios si la práctica de fabricación es buena, la gran mayoría de los turrones analizados llevan un conservante, y algunos, como Jijonenca artesanal suprema, Picó 66 suprema y extra, Marcona, Lacasa y La Fama, dos conservantes, estando uno de ellos, el ácido benzoico, no exento de riesos potenciales para la salud, según la OCU.