Con motivo del Día del Daño Cerebral, que se celebra el 26 de octubre, la federación ha lanzado una campaña con testimonios donde personas afectadas explican las secuelas que sufrieron, la falta de apoyos y todo lo que lograron mejorar gracias a la rehabilitación.

La iniciativa quiere destacar que aún queda mucho por hacer en la atención del daño cerebral, una discapacidad “invisibilizada” que puede tener su origen en un ictus, un traumatismo craneoencefálico o un tumor cerebral; entre otras causas.

Según Fedace, la mitad de las personas con daño cerebral y sus familiares no reciben información sobre esta discapacidad y sus secuelas tras la hospitalización, y el 59% de las familias pagan de su bolsillo la rehabilitación especializada.

Por ello, Fedace aprovechará esta efeméride para demandar una rehabilitación especializada que garantice la inclusión social del casi medio millón de personas con daño cerebral que viven en España, para que puedan conseguir una adecuada calidad de vida.

CAMPAÑA

En 2012, Fernando sufrió un ictus y quedó con una hemiplejia derecha y afasia: a raíz del daño cerebral no podía andar ni hablar. A él y a su mujer, Amparo, les dijeron en el hospital que todo lo que no recuperase pasados seis meses del accidente “no lo recuperaría nunca”, con lo que la Seguridad Social desde ese momento “se desentendía”.

Todos los gastos de rehabilitación (fisioterapia, logopedia, etc.) corrieron a partir de entonces por su cuenta de manera privada. Hasta que pudieron disponer de la ayuda que le asignaron por su dependencia transcurrieron 1 año y tres meses. “”¿Qué se supone que pasa con Fernando durante este tiempo?”, se pregunta Amparo en la campaña. “Los gastos de una rehabilitación especializada son costosos y no todas las familias disponemos de recursos económicos para asumirlos”, recalcó.

Cristina sufrió un traumatismo y nadie en el hospital le informó de que le podrían quedar secuelas ni que tendría que hacer rehabilitación. Al volver a trabajar, todo se le hacía cuesta arriba: estrés, broncas, olvidos, cambios de humor… Estuvo tres años buscando ayuda hasta conseguir un estudio neuropsicológico que le dio la razón: tenía un daño cerebral que le había afectado al habla y al carácter, y que le provocaba migraña crónica. Nadie le había hablado de ello y tampoco le habían ofrecido rehabilitación.

“No estamos ante testimonios aislados”, apunta Fedace, sino que representan la tónica en la atención a estos pacientes.