Según informó la Policía, los dos atracadores llevaban a cabo un asalto cada tres días. Su modo de actuación consistía en que accedían a un comercio y, tras amenazar con un revólver y una navaja a empleados y clientes, sustraían la recaudación.

Posteriormente se daban a la fuga en un vehículo que estacionaban en las inmediaciones y que había sido sustraído días antes. Los turismos utilizados eran modelos antiguos y una vez habían cometido varias sustracciones con ellos, se deshacían quemándolos, para intentar eliminar pruebas.

Para evitar ser reconocidos, se tapaban la cara con bragas militares y se colocaban las capuchas de las sudaderas que vestían. Mientras uno de los asaltantes se acercaba a la cajera y le exhibía una navaja para intimidarla, el otro controlaba al resto de las personas que hubiera en el local, y en caso de que ocurriera algún contratiempo mostraba el revólver que portaba.

A raíz de las denuncias de los perjudicados, los agentes establecieron un dispositivo con el fin de localizar a los ladrones. El pasado día 25 de mayo, los investigadores observaron como dos individuos con características físicas similares a las de los asaltantes circulaban a bordo de un vehículo, que había sido sustraído días antes.

Los dos hombres estacionaron el automóvil en las inmediaciones de una tienda situada en el madrileño distrito de Villa de Vallecas, y descendieron del mismo encapuchados y con el rostro parcialmente cubierto.

Al percatarse de la presencia policial, se volvieron a subir al coche y comenzaron la huída por los barrios de Vallecas y Moratalaz de la capital. En el transcurso de la persecución, el turismo en el que se habían dado a la fuga sufrió una colisión y los dos ocupantes empezaron a correr en dirección a la Calle 30, donde fueron detenidos cuando pretendían cruzarla en plena hora punta de tráfico.

Asimismo, los agentes efectuaron el registro del vehículo accidentado e intervinieron en su interior un revólver, dos armas blancas y numerosas prendas de vestir para tapar sus rostros.