(REPORTAJE)

El fracking llega a España envuelto en polémica

MADRID
SERVIMEDIA

La fracturación hidráulica, más conocida como fracking, está permitiendo que Estados Unidos, el mayor importador de gas del mundo, pueda llegar a ser autosuficiente e incluso exportador. En España, que importa casi el cien por cien de lo que consume, el fracking podría garantizar 90 años de gas propio, según las estimaciones más halagüeñas. Pero esta técnica tiene también sus detractores, que alertan de posibles riesgos: terremotos inducidos, contaminación de acuíferos y otros perjuicios.

La tradicional dependencia energética española podría ser reversible en pocos años. En la actualidad importamos el 99,8 por ciento del petróleo y el gas que consumimos. No solo nos cuesta muy caro, sino que, además, dependemos de algunos proveedores muy inestables, como es el caso de Libia, Nigeria o Egipto. Sin embargo, gracias a la técnica de fracturación hidráulica, podríamos extraer hidrocarburos (principalmente gas) de nuestro subsuelo y reducir considerablemente nuestra factura energética y nuestra altísima dependencia.

Es por ello que algunos sectores han comenzado a ver el fracking como la gallina de los huevos de oro. Así ha sido ya para Estados Unidos, que ha pasado de ser el mayor importador de gas natural del mundo a ser un país autosuficiente e incluso capaz de exportar. De los 646 bcm (miles de millones de metros cúbicos) que consumen anualmente los estadounidenses, el gas no convencional (shale gas) solo suponía el seis por ciento en 2008; en cambio, para 2035 está previsto que ese porcentaje se eleve hasta el 56,8 por ciento.

David Alameda es el director general de la asociación Shale Gas España, que representa a compañías interesadas en explorar y producir hidrocarburos utilizando técnicas de fracturación hidráulica, algo que todavía no ha comenzado a hacerse en nuestro país. Para este ingeniero de minas, este avance tecnológico supone para España una oportunidad que no puede dejar pasar de largo.

“Este avance ha situado a España en el mapa de países que tienen recursos de gas y petróleo”, subraya a Servimedia el director general de Shale Gas España, quien explica: “Tradicionalmente hemos producido poquísimo, porque hemos tenido muy poca suerte con la geología convencional. Pero tenemos rocas madres (rocas impregnadas de petróleo o gas) y ahora también una tecnología que nos permite poder extraer ese gas o petróleo confinado en esas rocas madres”.

Shale Gas España maneja estimaciones muy optimistas: “Sobre todo tenemos un enorme potencial de producción de gas. Las estimaciones lo sitúan en unos 2.500 bcm, de los cuales 2.000 serían no convencionales y 500 convencionales. Esto supone 90 años de autosuficiencia en el consumo de gas natural si tomamos el dato de lo que se consumió en 2014”.

Estos cálculos se basan en los centenares de sondeos que se hicieron en España en las décadas de los 70 y 80, años en los que hubo mucha actividad exploratoria. Se sabe, por ejemplo, que la zona potencialmente más rica en gas es la cordillera vasco-cantábrica, que abarca Cantabria, País Vasco y el norte de Burgos. Pero hay otras zonas interesantes para las compañías, como la cordillera pirenaica o el área del Levante.

QUÉ ES EL FRACKING

El gas no convencional no es un gas molecularmente diferente al que consumimos a diario. Es igualmente gas natural, gas metano atrapado en el subsuelo. Las que son convencionales o no convencionales son las técnicas que se utilizan para extraerlo. Las técnicas convencionales simplemente consisten en pinchar las bolsas subterráneas de gas y succionarlo hacia la superficie. Las no convencionales en cambio actúan sobre yacimientos más difíciles, por tratarse de terrenos menos porosos y permeables.

Es aquí donde entra en juego la fracturación hidráulica o fracking, que consiste en perforar pozos en forma de L, primero verticalmente hasta llegar a una profundidad de entre 3.000 y 5.000 metros, y después extender la tubería de manera horizontal, provocando pequeñas explosiones controladas que abren fracturas en las rocas. Es entonces cuando se inyectan a altísima presión entre 10.000 y 30.000 metros cúbicos de un mezcla de agua (90 por ciento), arena (9,5 por ciento) y aditivos químicos (0,5 por ciento) para romper aún más las rocas y así liberar el gas que sube a la superficie, junto al agua y los residuos químicos, donde se separa y se recupera el hidrocarburo.

Para explicarlo de manera más gráfica, se puede recurrir a la metáfora que una vez usó el directivo de British Petroleum (BP) Tony Hayward: “Imaginemos una gigantesca esponja con sus cavidades llenas de gas o petróleo. Pues bien, si antes las empresas petroleras y gasistas se limitaban a chupar el contenido de las cavidades hasta agotarlas, ahora son capaces de penetrar en el núcleo de la esponja y partirlo para que libere más petróleo o gas. Literalmente, se exprime el limón hasta la última gota”.

RIESGOS MEDIOAMBIENTALES

Numerosos colectivos ecologistas han puesto el grito en el cielo ante la posibilidad de que, en cuestión de unos meses, se puedan conceder los primeros permisos para hacer perforaciones exploratorias con vistas a implantar en España la técnica de la fracturación hidráulica. Por ejemplo, la iniciativa Stop Fracking 2015, que aglutina 25 plataformas antifracking y más de 200 colectivos de toda España, ha organizado varias jornadas para reclamar la prohibición de dicha técnica en toda nuestra geografía. Sus responsables aseguran que han logrado que 23 partidos políticos, entre los que se encuentran PSOE, Podemos, Ciudadanos y ERC, hayan firmado un compromiso para prohibir las técnicas no convencionales.

Los detractores de la fracturación hidráulica alertan de que esta técnica puede provocar daños irreversibles en el medio ambiente y en la salud de la población. Los riesgos a los que aluden son principalmente tres: inducción de terremotos, emisiones de metano a la atmósfera y, sobre todo, la contaminación de acuíferos y pozos.

Esteban Doménech, uno de los coordinadores de Stop Fracking 2015, resume las razones por las que estos colectivos se oponen al gas no convencional: “Se inyecta en el subsuelo gran cantidad de productos químicos (tóxicos, cancerígenos...). Gran parte del fluido que introducen no lo recuperan. Se queda en el subsuelo y es imposible controlar el camino que sigue este fluido a través de las filtraciones y termina contaminando acuíferos, pozos, etc.”.

“Estas explotaciones producen muchas emanaciones de gas metano, que tiene 27 veces más efecto invernadero que el CO2”, advierte Doménech. “Además –prosigue–, para instalar estas plataformas, tienen que eliminar toda la vegetación que hay en el terreno, así que la superficie queda arrasada”. Asimismo, alerta de que “se introducen grandes cantidades de fluido en el suelo. Si se inyecta este fluido en una falla que lleva muchos años inactiva, hace un efecto lubricante y produce microseísmos”.

“Este tipo de industria es incompatible con el modelo socioeconómico que tenemos establecido: es incompatible con la agricultura, con la ganadería, con el turismo tanto de costa como de interior” concluye Doménech.

Como director de asociación Shale Gas España, David Alameda se defiende de estas acusaciones. En primer lugar, de la de sismicidad inducida: “En el mundo se han hecho dos millones de fracturaciones hidráulicas y solo se han registrado tres eventos sísmicos de 3,8 en la escala de Richter, una intensidad que solo notan los sismógrafos, y no han producido ningún daño personal ni material”.

Pero el reciente caso de los terremotos registrados alrededor de la pequeña ciudad de Cushing, en Oklahoma, contradice la versión de Shale Gas España. En esa pequeña localidad de 10.000 habitantes se encuentra el mayor almacén subterráneo de petróleo del país. Según el pretigioso Servicio Geológico Estados Unidos el fracking que se practica en esta zona ha podido ser el causante del espectacular incremento de la actividad sísmica en un estado que ha pasado de registrar uno o dos terremotos al año a la friolera de 1.000. Solo en un mes, la zona registró 12 sismos de magnitud igual o superior a 3,0 y uno de 4.5.

Sobre las emisiones de metano, el director de Shale Gas España dice: “Nosotros no emitimos metano a la atmósfera y hay estudios de entidades de mucho prestigio que lo han confirmado, como el Massachusetts Institute of Technology (MIT) o la Agencia de Protección Ambiental americana (EPA). Estos estudios hablan de emisiones por debajo del 0,8 por ciento de todo el gas que producimos. Nuestra actividad es extraer el metano para comercializarlo, no para emitirlo a la atmósfera”.

Asimismo, este ingeniero de minas señala que “la industria lleva más de 100 años atravesando acuíferos: es algo que se hace también con las técnicas convencionales”. Sobre el aislamiento de los pozos, añade: “Cementamos todas nuestras tuberías y las construimos con un diseño de triple camisa, con acero de alta resistencia. Tenemos una triple barrera que nos hace estar seguros. Es algo que hemos testado en fábrica e in situ”. Alameda se muestra tajante con respecto al riesgo de la contaminación de aguas subterráneas: “Es prácticamente imposible que contaminemos un acuífero y de hecho no se ha producido nunca”.

Aun así, Alameda entiende que “la población pueda tener miedo después de ver algunas de las informaciones tan tergiversadas y emocionalmente conducidas como las que proveen estos grupos (antifracking)”. Para el director general de Shale Gas España, el único remedio para disipar estos temores es hacer bien las cosas: seguir las mejores prácticas y recurrir a las tecnologías más avanzadas. “A España va a llegar la última tecnología, las empresas con mejor bagaje y experiencia. Siguiendo las mejores prácticas estamos convencidos de que se puede implantar esta técnica de forma segura”, asegura.

FRACKING ¿SÍ O NO?: "DEPENDE"

El Colegio Oficial de Geólogos (ICOG) emitió reciententemente un comunicado donde manifiesta que no se opone a dicha técnica siempre que los proyectos cumplan “estrictamente” con la normativa legal y utilicen “escrupulosamente los más altos estándares y las mejores prácticas de la industria de exploración y producción de hidrocarburos”.

El presidente del ICOG, Luis Eugenio Suárez, declara a Servimedia que “a priori no se puede estar a favor o en contra del fracking”. Ante la pregunta ¿fracking sí o no?, la respuesta del presidente de los geólogos es: “Depende”. A su juicio, hay que analizar caso por caso cada uno de los proyectos y someterlos a la legislación vigente. “Tenemos que analizar cada uno de los riesgos desde el punto de vista objetivo. Si son riesgos que se pueden minimizar o incluso eliminar se puede llevar a cabo el proyecto, si son riesgos irreversibles y no asumibles, no se puede”, sentencia Suárez.

En cuanto a si es suficiente el marco legal vigente para regular la práctica del fracking Suárez responde: “En España hay una legislación muy exigente de protección ambiental. Ahora bien, como son proyectos novedosos, creemos que habría que hacer algún tipo de reglamento que, desde un punto de vista técnico, regule cómo deben hacerse para que no haya ningún problema”.

De cualquier modo, el presidente de los geólogos opina que ha llegado el momento de tomar decisiones a largo plazo sobre el mix energético: “España necesita como el agua un pacto energético, porque importamos un 99 por ciento de los combustibles fósiles que consumimos, que además son contaminantes. Los partidos políticos que salgan de las próximas elecciones generales deben sentarse en una mesa y decir a los españoles cuál es la cesta energética que quieren para los próximos 30-35 años. No podemos seguir tapándonos los ojos y seguir siendo tan dependientes”, concluye Suárez.

(SERVIMEDIA)
01 Nov 2015
ISP/gja