Longevidad positiva

Cinco españoles de 65 a 70 años coronan un volcán de casi 6.000 metros en Perú

- En el marco del primer ‘Desafío Santalucía Seniors’

VÍDEO: los clientes de Servimedia disponen de imágenes y sonido de estas declaraciones en el enlace https://servimedia.tv/TotalesDesafioSantaluciaPeru24

MADRID
SERVIMEDIA

Cinco personas mayores, de 65 a 70 años, han conseguido coronar el Vallunanaru, cuya cima está a 5.686 metros en los Andes peruanos, después de meses de preparación y con el fin de lanzar un mensaje principal de que el ‘tercer tiempo’ puede suponer una longevidad positiva con la que cumplir retos personales.

Esta experiencia se enmarca en el primer ‘Desafío Santalucía Seniors Perú’, lanzada por la compañía aseguradora Santalucía. Los participantes lograron esa hazaña a finales del pasado mes de septiembre y han relatado sus experiencias en un encuentro informativo celebrado en Servimedia.

Uno de ellos es Álvaro Vallés, turolense de 69 años que trabajó como enfermero en el Hospital de La Paz durante tres décadas y 15 años en Atención Primaria en Colmenar Viejo (Madrid), localidad donde reside.

También formaron parte de la expedición Pilar Utrilla, madrileña de 67 años que estuvo 11 años trabajando en la librería del Museo del Prado, y José Antonio Fernández, ourensano de 70 años que fue piloto militar durante 15 años y después de aviones comerciales de Iberia.

Igualmente, en el grupo estuvo Leticia Herrería, de 65 años y medallista de bronce en el Mundial de Gimnasia Rítmica de 1975, cuando tenía 16 años y luego entrenadora y jueza internacional de ese deporte, así como profesora de educación física en un colegio madrileño. Y Pepe García, de 67 años, natural de Tomelloso (Ciudad Real), dueño de una tienda de teléfonos desde 1992 y después fundador del blog ‘Súper Abuelos en el Mundo’.

MÁS DE 140 CANDIDATURAS

Fueron las cinco personas elegidas de más de 140 candidaturas recibidas para el ‘Desafío Santalucía Seniors’. Superaron unas duras pruebas físicas en La Pedriza (Madrid), donde había 20 finalistas de 65 a 78 años, y mostraron buena forma física, pasión por el deporte y espíritu aventurero y de equipo.

La expedición hacia los Andes peruanos se prolongó entre el 13 y el 30 de septiembre, hicieron bicicleta de montaña y varios ascensos antes de subir a la cumbre del volcán Vallunajaru encordados y mediante crampones.

Los protagonistas del desafío fueron entrenados y guiados por Carlos Martínez, médico de emergencia y especialista en medicina de alta montaña, así como médico de expediciones a varios ‘ochomiles’ del Himalaya como parte del equipo del alpinista Carlos Soria.

Los ‘seniors’ elegidos recuerdan que conocieron el Desafío Santalucía gracias a personas de sus círculos de amistades. “Me lo dijo un amigo, que es un deportista nato, un escalador, un ciclista muy bueno y que ha cooperado con Tex Exploring -la empresa que preparó el evento-, pero le faltaban dos años para llegar a los 65. Me presenté, me animó mi pareja y fuimos superando las pruebas que iban apareciendo hasta que fuimos seleccionados”, recordó Álvaro.

PREPARACIÓN “INTENSA”

José Antonio apuntó que “en ningún momento” recibieron formación precisa de la actividad. “Sabíamos que íbamos a tener unas rutas en bicicleta y luego nos dijeron que íbamos a subir una montaña en la Cordillera Blanca. Carlos Martínez nos dio una preparación para llevarla a lo largo de todo el verano. Y la seguimos hasta el día que llegamos allí. Fue bastante intensa, por cierto. Nos apretó”, recordó.

“Era muy exigente lo que íbamos a hacer y él sabía el riesgo. No tuvo compasión en julio y agosto, con el calor que hizo. Nos mandó por Strava que nos seguía todo lo que hacíamos cada día. Gracias a esa exigencia pudimos hacer este reto. Si no, hubiese sido imposible”, sentenció Pepe.

No obstante, Pepe precisó que “la organización previó todo para que no hubiese riesgo físico más allá del deportivo”. “Era un equipo de 40 personas, entre porteadores, guías… Bastante profesional”, añadió José Antonio, quien precisó que el desafío fue doble: primero, ascender un puerto de unos 4.800 metros en bicicleta, y después, coronar el Vallenaraju. Todo ello en suelo andino y al norte de Perú.

“La capital es Huaraz, una ciudad a 3.200 metros de altitud. Ese es el corazón de la Cordillera Blanca, una zona espectacular de los Andes donde se acumula la mayor cantidad de agua dulce en forma de hielo, o sea, donde hay mayores glaciares de toda la cadena montañosa”, explicó Álvaro.

Para evitar el mal de altura, los expedicionarios estuvieron bien aconsejados por el director deportivo del proyecto. “En Huaraz ya lo notábamos”, indicó Álvaro, que agregó: “Un día subíamos a 3.800 y bajábamos a dormir a 3.500ñ Al siguiente día se subía a 3.900, se bajaba un poco y se dormía un poquito más abajo. Así hasta que llegamos a cota 5.000, dormir a 5.000 y de ahí ya subimos al Vallenaraju y llegamos a la cima”.

“MUY ACOMPAÑADOS”

Pilar destacó que llegaron “muy acompañados” hasta la cumbre. “La llegada a la cima estaba totalmente asegurada. Desde un collado, los guías de los Andes pusieron una cuerda fija. Eso aseguró toda la subida porque esa zona es una arista, ahí la montaña no estaba como se esperaba, había muchísimo hielo, muchas grietas, puentes de hielo que había que asegurar”.

“Son grietas de diferente anchura y algunas hay como un puentecito de hielo que se puede caer. Entonces, eso hay que asegurarlo bastante bien. Había uno que no se sabía si se iba a romper cuando llegásemos, pero lo aseguraron, no se rompió y pasamos todos. Había zonas delicadas y llegamos todos, y eso fue el éxito”, indicó.

Con un dispositivo con mosquetón para introducir la cuerda de vida por si alguien caía o se accidentaba, el grupo encaró el reto con decisión. “Lo primero que nos advirtió Carlos es que la meta no estaba en la cumbre, sino en el refugio al bajar porque la mayoría de los accidentes se dan bajando. Fue duro porque estábamos siempre en tensión por el hielo”, recordó Pepe.

Otro a factor a tener en cuenta era el riesgo de algún imprevisto. “No pasamos miedo, pero había una arista a medio camino, que hubo que hacer porque se había roto un puente de hielo. Nos cambió la ruta inicial y esa arista tendría de ancho 25 a 30 centímetros, con una grieta a un lado y una pendiente de la montaña al otro. Con los crampones, si te tropiezas te caes. Ese tramo, que medía 200 metros más o menos, fue la parte más dura de todo el recorrido”, subrayó José Antonio.

Leticia añadió: “Sobre todo porque ya era casi al final. Entonces, llevas caminando casi ocho horas porque partimos de noche. Amaneció y llegamos a la cumbre de día. Pero toda esa subida cansa muchísimo”. Durante la aventura, fueron hidratándose y alimentándose de cuando en cuando.

“Tuvimos que bajar deprisa. A los 20 minutos de llegar a la cima se empezaron a meter nubes y entonces bajamos escarpando. Ya vas acumulando el cansancio de todo un día”, recalcó José Antonio.

APOYOS EMOCIONALES

El objetivo no fue competitivo, sino sumar apoyos, sobre todo emocionales. “A los cinco nos pasó algo en la cumbre. Y es que explosionamos emocionalmente llorando como niños. Cada uno tenía su película en la cabeza sobre a quién le dedicaba esa cumbre, lo que nos había costado, las veces que habíamos soñado subir. Y allí fue algo maravilloso. Pero fuimos también con los deberes hechos. Tuvimos la suerte de que los cinco empatizamos desde el minuto uno y teníamos muy claro que sin la labor de equipo podía complicarse”, destacó Pepe.

Los participantes en el ‘Desafío Santalucía Seniors Perú’ animan a las personas mayores a mantenerse activas, a cuidarse y ponerse objetivos. “El mensaje es que la edad no es un límite para nuestras capacidades, tanto físicas como mentales. A cualquier edad, con la preparación adecuada, se pueden subir montañas de casi 6.000 metros. El objetivo es que se haga deporte, que la gente se cuide y que se mueva porque en ello va lo que nosotros llamamos la longevidad positiva, que es una actitud, una filosofía de la vida que te llega a llegar a edades importantes siendo activo, estando bien, en forma y pudiendo ayudar a los demás”, sentenció Álvaro.

“Sobre todo es, fundamentalmente, una cuestión de actitud, que marca todo lo que vamos a hacer”, señaló José Antonio, quien apuntó: “El problema fundamental que tenemos en la sociedad es una actitud un poco derrotista con respecto a las personas de la edad”.

“TERCER TIEMPO”

Álvaro añadió: “Se ha visto que los cerebros sanos llegan a la madurez sobre los 70 años, que es la edad que yo voy a cumplir, porque son capaces de relacionar y de que funcionen tanto el hemisferio derecho como el izquierdo a la vez. Se han hecho pruebas de que la capacidad de decidir y acertar en la elección casi es mejor con esta edad que siendo más joven”.

A este respecto, Pepe destacó: “A mí me gusta llamarlo ‘tercer tiempo’ y hago la metáfora con el rugby. En el rugby se juega el primer y segundo tiempo. En el tercer tiempo, el equipo local invita al equipo visitante a tomar algo para limar cualquier lance del partido porque sabemos que el rugby es duro. Nosotros usamos ese nombre para la vida. Cogemos el primer tiempo de 1 a 30, que es cuando nos formamos; de 30 a 60 cuando explosionamos, creamos y nos desarrollamos profesionalmente, y de los 60 en adelante, ese ‘tercer tiempo’ es una oportunidad maravillosa que tenemos para desarrollar todas esas cosas sin la presión laboral”.

(SERVIMEDIA)
27 Oct 2024
MGR/clc