En su turno inicial de exposición, Beteta advirtió a Bravo de que ser militante del PP "es incompatible" con no informa a una comisión de investigación y que, por tanto, el partido no toleraría que no declarara.

Después Bravo expuso verbalmente los mismos argumentos que ya había comunicado por escrito a la comisión de investigación para no declarar. Aseguró que es "víctima" de intereses a los que es "ajeno", que únicamente se limitó a reservar una habitación de hotel para Eduardo Tamayo, que no sabe nada de tramas inmobiliarias -"ni me interesan"- y que no tiene obligación de declarar.

Acto seguido se acogió al atículo 24 de la Constitución para no responder a ninguna de las preguntas de los portavoces. Sólo rompió su silencio para pedir amparo a la Presidencia cuando le preguntaron por su militancia política o por su reciente boda, al entender que se vulneraba su derecho a la intimidad.

También tomó la palabra para precisar que su silencio no supone respuesta afirmativa a ninguna pregunta, y para denunciar "el soniquete" al que le estaba sometiendo el portavoz socialista, Modesto Nolla. Bravo dijo, asimismo,que los ciudadanos "se están dando cuenta de que aquí no hay ni trama ni nada de nada", sino un problema político de un partido que debe resolver "en casa".

Bravo fue así sometido a un interrogatorio, con pregunta tras pregunta a las que no dio respuesta alguna, durante más de dos horas y media. Sin embargo, el portavoz popular, Antonio Beteta, agradeció al compareciente "la concreción que ha demostrado en el turno de preguntas", y aseguró que con sus explicaciones "ha aclarado clara y perfectamente tdos los extremos que son pertinentes con el objeto del tema que estamos tratando".

Beteta juzgó "correcta y ética" la comparecencia de Bravo y explicó que de sus propias palabras se podía derivar que no solicitará expediente alguno, una afirmación coreada por los abucheos y las risas de los diputados socialistas y de Izquierda Unida.

El hecho de que Bravo no respondió a las preguntas formuladas era evidente incluso para el presidente de la comisión, el popular Francisco Granados, que tuvo un encotronazo dialéctico con el portavoz de Izquierda Unida, Luis Suárez, que reclamaba su turno de repregunta, por entender que no había réplica posible a las respuestas de Bravo. Finalmente el portavoz inició su segundo turno de preguntas alegando que se había dejado alguna para más tarde.