El informe fue elaborado con los datos recogidos por casi 2.000 participantes, a lo largo de los 900 tramos en los que se dividió la línea de costa para aplicar un cuestioario base.

En cuanto a los desperdicios encontrados, se contabilizaron unas 100.000 colillas, 50.000 bastoncillos de las orejas, 30.000 envases de plástico, 13.000 latas, compresas, pañales y preservativos, entre otros numerosos objetos.

Según Greenpeace, estos resultados contradicen la calificación oficial de las playas, basada en los equipamientos disponibles y en parámetros de calidad de agua insuficientes, que toman como referencia una normativa de los años setenta que ha quedado desfasada. Por otro lado, según los ecologistas, los 120 emisarios submarinos instalados continúan vertiendo, centenares de metros mar adentro, un volumen de agua equivalente al que bajará por los ríos y rieras cuando se construya la macrodepuradora de la Zona Franca. Tal carga de contaminantes está afectando gravemente la biodiversidad a través de las cadenas alimentarias, sobre todo en Barcelona y Tarragona.

El informe "Coastwatch" también destaca negativamente, en su balance de noticias de la costa a lo lago del año, el proyecto de Barcelona 2004, un claro ejemplo, según Greenpeace, de actuación urbanística insostenible en el litoral.

La organización opina que aparte de la regresión de las playas del sur que provocará este proyecto, como consecuencia de la construcción del nuevo puerto, se añadirá el riesgo producido por el vertido directo al mar de aguas residuales durante los 7 meses que tardará en ponerse en marcha la nueva depuradora.

Según los ecologistas, algunas de las decisiones municipale que se están tomando se convertirán en una dificultad muy grande para aplicar un tratamiento global al litoral. Además piensan que en un futuro inmediato, el que las comarcas costeras continúen creciendo por encima de la media, aumentará aún más el desequilibrio territorial y acentuará los problemas medioambientales.