Así lo reconoció María Abengózar, responsable del servicio de atención psicológica del programa de Protección Internacional de Cruz Roja y coordinadora de los equipos de intervención psicológica en su programa de asilo.

Esta sanitaria intervino en el congreso que UNAD, la Red de Atención a las Adicciones, organizó en Madrid bajo el lema ‘Las adicciones en 2022: más allá del estigma'. En este encuentro Abengózar compartió la experiencia de Cruz Roja en la gestión de los centros de acogida de refugiados de Alicante y Barcelona, que ya han atendido a casi 61.000 ucranianos.

Consciente de que adicciones como el consumo excesivo de alcohol “se exacerban en tiempos de crisis”, Abengózar señaló que su organización también ha “identificado” que se utiliza el “abuso” o la toma de sustancias “como recurso o estrategia para paliar otras dolencias".

“Es un verdadero problema, no solamente, por supuesto, para la persona que lo vive, sino también para los equipos que lo identifican, lo detectan y, muchas veces, no tienen dónde derivarles a recursos especializados en adicciones o en salud mental”, admitió, al tiempo que hizo hincapié en que “hay bastantes dificultades, sobre todo en localidades pequeñas”.

En paralelo, señaló el obstáculo que supone el uso de determinados psicofármacos que en “algunos países son más fáciles de conseguir” e indicó que, al llegar a España, las personas que los usan tienen que someterse a “una valoración médica” para que el especialista que se les asigne les paute dicha medicación, proceso tampoco exento de "dificultades". “Si la persona no trae un informe de diagnóstico o una pauta de medicación pautada por un médico especialista, no se le puede vender medicación psicofarmacológica, requiere de una derivación y ahí tenemos un verdadero problema”, apostilló.

PROBLEMA DE LA SOLEDAD

A todo ello se une la soledad que sufren las personas que llegan a España desde Ucrania, en su mayoría mujeres y niños, y que no contaban con una “red social de apoyo” en el país, situación que, según la experta, también “exacerba” los problemas de adicciones en el marco de un “duelo migratorio que no pueden completar”.

“No es posible imaginar la cantidad de alarmas que han saltado a los compañeros al hacer la valoración de las personas procedentes de Ucrania en general, pero, eso que, a priori, a nuestros ojos puede ser terrible, hay que ponerlo en su contexto”, advirtió, para agregar que, “en el momento en el que se apoyan en alguien que comparte su cultura y sabe cuál es la expresión normal de las emociones en circunstancias parecidas”, el trabajo con estas personas “será mucho más eficaz”.

Con todo, para la especialista, la interacción con personas que están atravesando problemas de adicciones, abuso de sustancias o problemas de salud mental “no resulta fácil”, por lo que juzgó “importantísimo visibilizar que estas circunstancias acompañan, en general, a todas las personas que emigran, porque el proceso, el camino migratorio es horroroso”. “Cualquiera que viva una situación horrible, generalmente, muestra esta sintomatología”, abundó.

En este sentido, recordó que estas personas “traen en la mochila muchas cosas que dificultan su integración”. “Pueden tener una serie de características que pueden incrementar los prejuicios hacia ellas”, dijo, para, acto seguido, llamar a “no demonizarlas”, convencida de que, “afortunadamente, esta sintomatología remite, pero con apoyo y con ayuda”.

En este punto, consideró que, al llegar a España, muchas de estas personas “se encuentran en una situación de crisis muy compleja que primero hay que rebajar”, teniendo en cuenta, además, que, en el proceso migratorio, “se van desmoronando los componentes que construyen su identidad” al encontrarse “sin esos anclajes que todas las personas tenemos y sin esa seguridad que nos da nuestra realidad identitaria”.