La empresa de Danone anunció hace unos días su decisión de cerrar de forma inminente la factoría, en la que trabajan 174 personas, al tiempo que dejaba abierta la posibilidad a los operarios de trasladarse a otras fábricas que la firma tiene en difeentes comunidades autónomas.

Asimismo, en conversaciones con los consejeros forales de Industria y Agricultura, la dirección general de Danone aseguró que apoyará un plan para la reindustrialización de la zona.

El arzobispo de Pamplona, por medio de una carta pastoral, ha destacado que "decisiones tan graves no pueden ser tomadas sólo por una parte. Es preciso que haya lugar a la información veraz y a la negociación sincera y leal de los interesados".

Por ello, demanda que empresarios, trabaadores y la Administración se sienten a la mesa y "busquen caminos económicamente viables que permitan la continuidad de la empresa... Todos tenemos que hacer lo posible para que estos hermanos nuestros no pierdan su trabajo, del que depende su estima personal y la seguridad de sus ingresos".

La carta pastoral recuerda que, según el Catecismo de la Iglesia Católica, "los responsables de las empresas... están obligados a considerar el bien de las personas y no sólamente el aumento de las ganancias".

Además, se pregunta si quienes han decidido el cierre de Danone en Navarra "lo han hecho mirando, ante todo, sus intereses económicos o bien han tenido en cuenta como referencia primaria los intereses humanos de los trabajadores".

Tras mostrar su solidaridad con las casi 200 familias que ven amenazados sus puestos de trabajo y sus ingresos estables, Fernando Sebastián destaca que el cierre de la planta "será un perjuicio muy grande para muchas familias del valle. Cada empresa que cierra deja una estla de problemas familiares y de sufrimientos personales...Hay una pregunta que surge sin poderlo evitar: ¿No hay manera de conservar esa fábrica con los cambios y adaptaciones que sean necesarios?".