Así lo indicó en vísperas del Día Internacional de las Personas con Discapacidad (3 de diciembre) y durante la última jornada de su primer viaje apostólico, que le ha llevado en los últimos días a Turquía y Líbano, con motivo del 1700 aniversario de la celebración del Concilio de Nicea.

"Lo que se vive en este lugar es un aviso para todos, para su tierra, pero también para toda la humanidad", subrayó León en el citado hospital. "No podemos olvidarnos de los más frágiles; no podemos imaginar una sociedad que corre a toda velocidad aferrándose a falsos mitos de bienestar, ignorando tantas situaciones de pobreza y fragilidad", señaló.

En particular, ese llamamiento se dirigió a los cristianos, que como "la Iglesia del Señor Jesús", están "llamados a cuidar de los pobres", concepto en el que el papa Robert Prevost incluye a las personas con discapacidad. "El Evangelio mismo nos lo pide y —no lo olvidemos— nos interpela el grito de los pobres, que atraviesa también la Escritura: 'En el rostro herido de los pobres encontramos impreso el sufrimiento de los inocentes y, por tanto, el mismo sufrimiento de Cristo'", añadió, refiriéndose a la exhortación apostólica que publicó hace algunas semanas, bajo el título 'Dilexi te' ('Te he amado').

León XVI concluyó su alocución a las personas con enfermedad mental recordándoles "que están en el corazón de Dios, nuestro Padre". "Él los lleva en la palma de sus manos, los acompaña con amor, les ofrece su ternura a través de las manos y las sonrisas de quienes cuidan de su vida. A cada uno de ustedes el Señor les repite hoy: ¡Te amo, te quiero, eres mi hijo! ¡No lo olviden nunca!", zanjó.

El papa Prevost también subrayó que el centro hospitalario fue fundado por el beato padre Jacques, padre Yaacub, "incansable apóstol de la caridad" que "se manifestó especialmente en el amor a los más pobres y a los que sufren". "Las Hermanas Franciscanas de la Cruz, fundadas por él, continúan su obra y prestan un precioso servicio", agregó, con palabras de agradecimiento a las religiosas, por su "alegría y dedicación", y al personal del hospital, por ser "signo tangible del amor compasivo de Cristo", como el buen samaritano "que se detiene junto al herido y lo cuida para aliviarlo y curarlo".