Lo hicieron en un acto en el que estuvieron presentes el director de la RAE, Santiago Muñoz Machado; el presidente de La Rioja, Gonzalo Capellán; la directora de la Real Academia de la Historia y académica de la RAE, Carmen Iglesias; el director del proyecto, Claudio García Turza; y los académicos de la RAE Juan Gil y José Antonio Pascual.

En su intervención, Santiago Muñoz Machado explicó que esta obra, compuesta por cuatro volúmenes, del que hoy se puso en circulación el primero, ofrece una “visión completa” de las glosas.

En ese sentido, apuntó que las Glosas Emilianenses y las Glosas Silenses son un testimonio del siglo XI del “romance como lengua global” que junto con los fueros sirvieron para la “difusión del castellano”.

A su vez, Gonzalo Capellán reseñó que el nacimiento del castellano constituyo un “rasgo identitario” de La Rioja y destacó que los seis años de trabajo invertidos en el desarrollo de esta obra permitirán avanzar en la “comprensión y datación” del origen de esta lengua.

Por su parte, Carmen Iglesias explicó que las Glosas Emilianenses llegaron a la Real Academia de la Historia el 21 de febrero de 1851 y dejó claro que este hecho histórico fue un acto “con todas las garantías jurídicas e irreprochable” en un contexto marcado por unas “medidas desamortizadoras” que establecían la “protección del patrimonio bibliográfico”, lo que, a su juicio, demuestra que “la historia y la lengua siempre han estado unidas”.

Claudio García Turza detalló el contenido de los cuatro volúmenes en que se dividen ‘Las Glosas Emilianenses y Silenses’ y puntualizó que éstas nacieron cuando determinados monjes del Monasterio de San Millán de la Cogolla, radicado en La Rioja, y del Monasterio de Silos, sito en Burgos, “aclararon el significado y el sentido de los códices a los monjes menos instruidos”. “Comprender y hacer comprender”, definió aquella labor.

Por último, Juan Gil subrayó que su trabajo en esta edición ha permitido concluir que la fecha en que se escribieron las glosas es “incierto”, mientras que José Antonio Pascual consideró una “celebración” el desarrollo de esta obra.