Discapacidad en el Sáhara

Refugiados saharauis con discapacidad reciben ayuda española a su "falta de medios"

- Una expedición de RASD, Aspace, ONCE y ARPA Autismo acaba de regresar de los campamentos saharauis, donde viven unas 300 personas con discapacidad

- Niñas con problemas de visión llevan "gafas estándares" sin su graduación y una niña con autismo recibe rehabilitación "a través de YouTube"

Madrid
SERVIMEDIA

Varias entidades de la discapacidad acaban de llegar procedentes del Sáhara, donde han comprobado cómo es trabajar con niños con discapacidad en un campamento de refugiados. Han regresado con “una lección de humildad” aprendida. “Les faltan las necesidades básicas y aun así se esfuerzan para que un niño autista evolucione o esa niña ciega tenga unas gafas”, asegura la responsable de la ONCE Rioja, Belén González.

Los campamentos saharauis están divididos en cinco distritos o ‘wilayas’ que están situados al sur y sudeste de Tinduf. Según una estimación aproximada, puesto que no existe un censo informatizado ya que se elabora manualmente, se calcula que existe una población de 200.000 personas en estos asentamientos, de las cuales 300 son personas con alguna discapacidad.

Una expedición compuesta por miembros de la Asociación Riojana de Amigos de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), Aspace, ONCE y ARPA Autismo partió el 7 de abril a territorio saharaui. Su cometido era ofrecer una formación básica y conocimientos a las personas que trabajan a diario con el colectivo de la discapacidad, especialmente con los niños.

Sin embargo, este ha sido un viaje de descubrimientos y paradojas. Quienes salieron de España cargados con material de apoyo para la escuelas y centros especiales han regresado con la maleta llena de lecciones de vida.

Una de las primeras paradas que hicieron fue en el colegio de discapacidad sensorial de El Aaiún. “Me sorprendió en positivo la atención que se les está dando a estos niños, mejorable como todo, pero con los medios que tienen y en la situación socioeconómica y de conflicto en la que se encuentran es digna de admiración”, confiesa en una entrevista a Servimedia Belén González. “Allí no existen oftalmólogos, algo muy necesario, porque tiene que haber muchos problemas visuales por la luz tan intensa que hay, por las ventiscas de arena”, continúa.

Belén no puede borrar de su retina la imagen de una niña con unas inmensas gafas rosas. “En aquel centro de discapacidad visual sólo había niñas que llevaban gafas estándares, que lo mismo eran del vecino. No estaban graduadas adecuadamente para ellas", se lamenta. "Y lo más grave es que nos dijeron que nunca les había visitado un oftalmólogo”, declara. Ahora, tras este breve acercamiento a la realidad de estos niños con discapacidad algunos miembros del equipo reconocen que "les ha cambiado la mirada".

VOLUNTARIAS MUY PROFESIONALES

La trabajadora social y responsable de ONCE se quedó impactada ante el espíritu de entrega de “las mujeres voluntarias” porque “allí todo el voluntariado está formado por mujeres saharauis que entregan todo su tiempo al cuidado de los niños con discapacidad”. “Aquí la formación está basada en la premisa de las colaboraciones de entidades externas desde España, desde Argelia o desde cualquier país, incluso nos cuentan que desde Cuba”, explica Belén.

Los miembros de esta experiencia destacan por ejemplo la visita al centro de educación especial en Dajla. Allí las monitoras voluntarias dejaron boquiabierta a la comitiva por el nivel de complejidad de sus preguntas acerca del autismo. “No preguntaban sobre TEA en términos generales, sino que mostraban su preocupación específica por mejorar la comunicación de uno de sus alumnos autistas”, señala el psicólogo de la Asociación de Autismo Rioja, Rafael Elícegui.

Su compañera de viaje Belén recuerda que tras despedirse de las trabajadoras del centro se subieron al coche y se miraron sin decir nada. “Acababan de darnos una lección de humildad”, reconoce. “En España somos profesionales que nos hemos preparado en una universidad y trabajamos en buenas condiciones. Pese a todo, en algún momento, nos desmotivamos y nos quejamos”, reflexiona en voz alta. “A ellos les faltan las necesidades básicas, las comunicaciones. ¡Tantísimas cosas! Aun así, se esfuerzan para que ese niño autista evolucione o una niña ciega tenga unas gafas”. Desde luego “les faltan medios, pero les sobra voluntad”.

También han querido destacar el trabajo de las madres de niños con discapacidad que por problemas de falta de transporte no pueden acudir a los centros. “Hemos estado en la casa de una familia donde la madre nos contó que ella le hacía la rehabilitación a su hija a través de un canal de YouTube”, ya que afortunadamente tienen conexión a internet, relata Katia Caschetta, la técnica del hospital Fundación de Calahorra, “pero les faltan muchos medios en materia de elementos de apoyo, en cuestión de accesibilidad”.

GRATITUD

Los miembros de este equipo han facturado todo el material que les permitía las líneas aéreas. Han dotado a centros y a algunas familias de colchones posturales antiescaras que mejoran notablemente la calidad de vida de los niños con parálisis cerebral y sin movilidad en las piernas. Para estos pequeños el hecho de no tener una silla de ruedas supone vivir atrapados dentro una jaima. Prisioneros en un campamento de refugiados.

Las muestras de agradecimiento se han sucedido constantemente a lo largo de la visita. “Que nos vieran allí ha sido un chute de ánimo para los chavales”. Cuando se trata de niños con discapacidad intelectual “la comunicación es mucho más que palabras y aunque no lo verbalicen nos han transmitido su alegría de otra manera”, afirma Rafa, psicólogo de la Asociación de Autismo.

Todos recuerdan con cariño cuando fueron a un centro especializado en síndrome de Down. “Entramos en el aula y lo primero que hizo uno de los chicos fue dar al 'play' del radiocasete y ponerse a bailar”. “Allí estuvimos todos bailando. La verdad es que fue una experiencia muy bonita y ellos se quedaron encantados”, rememora Katia, sanitaria del hospital Fundación de Calahorra.

Hay una frase que representa el sentimiento de toda la expedición equipo durante el viaje. Una frase que el presidente de la Asociación de Amigos del Sáhara, José Tomás, repetía casi como un mantra: “Puedes imaginarlo, pero hay que venir a verlo”. Este jubilado de La Rioja se queda con “la gratitud y la energía que han demostrado las voluntarias locales” y “la alegría de los chicos”. Asegura que "esto es sólo un prólogo de lo que tiene que venir después” y habla de proyectos futuros de colaboración por ambas partes.

José destaca que se han quedado sorprendidos en el campo de la inclusión porque cuentan con “un proyecto de inmersión entre colegios ordinarios y colegios de educación especial" y organizan jornadas de intercambio entre alumnos de uno y otro modelo.

“Quizás no haya una impresora ni una fotocopiadora. Está claro que la falta de medios técnicos lastra un poco su realidad. Por eso resulta fundamental que la gente se sensibilice y que las altas autoridades, no solamente las pequeñas asociaciones, se impliquen”, subraya el presidente de la Asociación.

José Tomás regresa del Sáhara con la mirada puesta en el verano, concretamente en el programa ‘Vacaciones en paz’ que se puso en marcha a mediados de la década de los años 80 y que consiste en el acogimiento durante los meses de julio y agosto de niños saharauis por familias españolas. "Estamos intentando traer a España a un grupito de niños entre los cuales hay algunos que precisan de intervenciones quirúrgicas".

"El objetivo es hacerles un diagnóstico más claro sobre su discapacidad”, declara este incansable hombre. Confía en que, tras la pandemia, las familias españolas vuelvan a tender la mano y a abrir las puertas de sus hogares a miles de niños con y sin discapacidad para que, al menos durante unos meses, se alejen del conflicto, de la reclusión e incluso de la enfermedad.

(SERVIMEDIA)
18 Abr 2023
AOA/pai