Daño cerebral

Las familias de afectados de ictus "necesitan apoyo psicológico para evitar el colapso"

-Mercedes Murillo defiende a quienes toman decisiones difíciles tras años de carga emocional

-La sanidad pública no ofrece terapia psicológica para afectados por daño cerebral mientras el agotamiento extremo de los cuidadores provoca decisiones límite

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Madrid
SERVIMEDIA

Mercedes Murillo representa la otra cara del daño cerebral. Su marido sufrió un ictus que no solo le paralizó el cuerpo sino que interrumpió la vida de toda la familia. Extenuada por su papel de cuidadora y por asumir dos trabajos simultáneamente, esta extremeña colapsó y por eso defiende que los familiares necesitan apoyo psicológico.

Así lo expuso Murillo en el diálogo 'Punto y seguido. Superando el ictus y recuperando proyectos de vida personal y familiar', donde puso el foco en una realidad silenciada: el agotamiento extremo de los cuidadores familiares ante la ausencia de apoyo institucional. "El daño cerebral destruye familias. Esa es mi experiencia", señaló, subrayando la necesidad de eliminar el estigma social que recae sobre quienes no pueden continuar con los cuidados.

LÍMITES HUMANOS SUPERADOS

"Llega un momento en que decides que no puedes seguir así porque todos están sufriendo ", explicó. La extremeña describió cómo alcanzó un punto en el que "o no hablas con la persona afectada o discutes con ella, y ni los niños podían vivir en ese ambiente porque ellos no tenían vida ni yo".

Además, la carga física y económica resultó abrumadora. Mercedes tuvo que asumir dos trabajos simultáneamente mientras cuidaba de sus hijos pequeños y atendía las necesidades de su marido. "Yo trabajaba mañana y tarde y contratamos a una chica para que cuidara de los niños", recordó, añadiendo que su familia tuvo que ayudarles económicamente para sostener esta estructura.

En consecuencia, Murillo reivindicó el derecho de los familiares a adoptar determinaciones difíciles sin ser juzgados socialmente. "Es muy duro tomar la decisión de decir ‘hasta aquí’ porque el otro es una persona vulnerable, que necesita ayuda", reconoció.

Sin embargo, defendió que estas decisiones no implican abandono total. "A pesar de la separación, yo siempre he estado ahí, siempre que él ha querido". Añadió su deseo de que las personas que se encuentren en estas circunstancias "no sientan que son un demonio por llegar a este punto. No somos malas personas por haber decidido esto", declaró.

NEGACIÓN DE LA REALIDAD

En este contexto, el proceso de no aceptación de la enfermedad agravó significativamente la situación familiar. Explicó cómo su exmarido "durante el primer año siempre pensó que se iba a recuperar". Esta negación de la realidad impidió la adaptación necesaria para construir una nueva vida con limitaciones. Consecuentemente, esto derivó en un deterioro progresivo del carácter que hizo insostenible la convivencia.

"A él se le agrió el carácter", relató Murillo, describiendo cómo "se fue cerrando cada vez más, cada vez hablaba menos". El afectado desarrolló "irritabilidad" y comenzó a descargar toda esa frustración con la persona más cercana, “que en ese caso era yo".

Por otro lado, la extremeña intentó convencerle de que debía "hacer vida en silla de ruedas" mientras no pudiera caminar, pero "ese clic que hace cambiar la mentalidad y aceptar lo que te ha pasado" nunca llegó en el caso de su exmarido.

Paralelamente, denunció la inexistencia de seguimiento psicológico en la sanidad pública para personas con daño cerebral. "No hay terapia psicológica en la sanidad pública para las personas que sufren un daño cerebral. No la hay", afirmó categóricamente. Esta carencia resulta devastadora tanto para los afectados como para sus familias, que deben enfrentar solos un proceso traumático de adaptación.

En este sentido, Murillo estimó que "la falta de apoyo psicológico marcó el destino de su familia". La ausencia de herramientas profesionales para gestionar "la frustración, la ira y el proceso de duelo" por la pérdida de capacidades "convierte el hogar en un ambiente insostenible".

“La carga emocional puede superar cualquier límite humano”. Recordó que hubo momentos en los que "no quería estar con los niños los fines de semana porque me agotaban la paciencia, les gritaba o les hablaba mal". Esta situación límite le condujo a la decisión de separarse de su marido para proteger a sus hijos menores.

Por último, la ausencia de orientación profesional deja a las familias navegando a ciegas en una situación compleja. Recordó que cuando le sobrevino el ictus a su esposo “ni siquiera sabíamos que existía un trabajador social en el hospital". En ese momento Mercedes supo que tenía que fundar la Asociación Caminar Extremadura que ofrece apoyo e información a las personas con daño cerebral y a su entorno familiar.

(SERVIMEDIA)
09 Nov 2025
AOA/clc/gja