El estudio subraya que a pesar de que los servicios sociales han logrado hacer frente con efectividad a la pobreza, a ciertas dolencias y a la falta de vivienda, problemas psicológicos y psicosociales como estrés y depresión se han quedado fuera de su alcance.

El documento añade que muchas personas son ahora más vulnerables ante situaciones adversas como el desempleo, las rupturas de pareja o la pérdida de seres queridos, y cuentan con menos apoyos, debido al deterioro de instituciones como la familia o la iglesia.

También destaca que en una sociedad muy competitiva como la actual, son numerosos los individuos proclives a sentirse responsables de su fracaso, en lugar de atribuirlo a factores externos.

“No prestar ayuda a personas con problemas psicológicos, emocionales o de soledad, puede incrementar el riesgo de depresión de los más vulnerables, lo que también aumentaría sus posibilidades de sufrir otros problemas de salud o estar desempleado”, señala Rushanara Ali, una de las autoras del documento.

La investigación también reivindica que los servicios sociales proporcionen a adolescentes sin empleo y refugiados acceso a Internet y teléfonos móviles, porque actualmente ya no son artículos de lujo sino herramientas de comunicación imprescindibles para la integración social, que contribuirían a mejorar sus oportunidades y salud mental.