Denunció, asimismo, la manifestación de “unos energúmenos, de dudosa catadura moral pero inequívocamente de izquierdas”, delante del hospital en el que estaba ingresada la delegada del Gobierno en la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, “con la exigencia de que fuera expulsada” del citado centro sanitario, y la protesta contra la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría.

Dijo que una de las “características comunes” de esos tres actos de protesta es “que se trata de manifestaciones de posiciones de izquierda o de extrema izquierda, pero que en ningún caso han sido censurado por los partido de izquierda del arco parlamentario”.

Aguirre dice que esas manifestaciones “no contaban con el preceptivo permiso” y destaca que “se han dirigido contra mujeres, a las que se ha se les ha atacado no sólo en su condición de autoridades públicas, sino en su más estricta intimidad”.

“Buscar el jaleo en la calle para lograr en la revuelta lo que no se ha conseguido en la urnas es profundamente antidemocrático”, denuncia Aguirre, quien considera que “los demócratas debemos estar en guardia frente a los que creen que con su chulería y su matonismo pueden imponer su voluntad por esa violencia de aparente baja intensidad que son el insulto, la amenaza y la coacción moral”.