Teatro
Esther Higueras, actriz ciega de La Luciérnaga: “Estrenar en el María Guerrero es un sueño hecho realidad”
- Mañana comienza la 19 Bienal de Teatro de la ONCE en Madrid

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El teatro María Guerrero de Madrid acogerá mañana lunes la inauguración de la Bienal de Teatro de la ONCE, que arrancará a las 19.00 horas con una representación de ‘los Habitantes de la Casa deshabitada’ a cargo de la compañía La Luciérnaga, compuesta por actores y actrices con discapacidad visual.
Esther Higueras, una de sus estrellas, aguarda el momento con “ilusión, nervios y confianza”. “Es un sueño hecho realidad”.
Higueras, ciega total desde hace cuatro años, será la enigmática señora de negro en esta obra de Enrique Jardiel Poncela, que La Luciérnaga también representará en el teatro Tomás y Valiente de Fuenlabrada el jueves 22 y en el auditorio Villa de Colmenar Viejo el 23 de mayo.
En declaraciones a Servimedia, Esther recuerda sus primeras funciones “cuando era una niña”, precisamente en el María Guerrero y en El Español.
Hija del director, actor y maestro Modesto Higueras, Esther es de esos niños que ha mamado el teatro desde la cuna. “Mi padre participó de joven en La Barraca, y se fue con García Lorca por toda España para llevar el teatro y la cultura a los pueblos”.
Fundó después el TEU (Teatro Español Universitario ) y “personas como José Luis López Vázquez o Jesús Valdés eran habituales en casa”. “Para no dejarme sola, asistía a los ensayos desde muy pequeña junto a mi padre”, rememora Esther. “Allí, personas vestidas de rey, de princesa, de soldado, de doncella… me hablaban y me cogían en brazos”. “Para mí, que me encantaba leer, aquello era como vivir un cuento pero de verdad”.
CERRAR EL CÍRCULO
"Una vez, mi padre me pidió que hiciese bulto junto a los demás judíos en una obra que preparaba con Arturo López en el Teatro Español. También salí en algunas funciones en el María Guerrero”, prosigue, y algo más mayor “participé en un montaje sobre la vida de san Isidro en la Plaza Mayor”. "Aquí ya tuve un papelito”, comenta orgullosa.
Más de 65 años después y tras perder poco a poco la visión a causa de una degeneración macular, el telón del María Guerrero volverá a levantarse ante Esther mañana lunes, en el arranque de la Bienal de Teatro de la ONCE. “Es un sueño hecho realidad”, como "un círculo que se cierra”.
SEGUNDA VIDA
Los problemas de la vista comenzaron para Esther en torno a los 40 años, cuando llevaba bastante tiempo casada y ya había tenido a sus hijos. Aunque alejada del teatro, “el gusanillo siempre estuvo ahí”, y hubo un tiempo en que temió perderlo para siempre.
“Estaba dejando de ver y me costaba leer. Incluso dejé de trabajar”. Animada por su hermana se apuntó a la ONCE, donde le comentaron que existían grupos de teatro. “Yo pensé que eso no tenía nada que ver conmigo”, confiesa Esther, "pero un día me lancé y me fui a Vallecas", donde se ubica la agencia, “a ver qué me encontraba”.
Corazonada o dictado del subconsciente, Esther no lo sabe bien, pero al salir del metro se puso a seguir a un señor ciego que “tenía toda la pinta de hacer teatro y de ir a la ONCE”. No se equivocaba. El perseguido era José Luis, “gran actor y compañero", quien “me llevó al teatro de la ONCE y a mi nueva vida como actriz”.
Sentada en el patio de butacas, Esther se dispuso a asistir al ensayo. “Todo el elenco tenía discapacidad visual, más o menos grave”, recalca, así que “yo creía que serían incapaces de hacer teatro”. Diez o quince minutos más tarde, Esther “seguía embelesada en ‘El concierto de San Ovidio”. “Me había olvidado absolutamente de que eran ciegos y estaba atrapada en la obra". "¡Claro que podían!". "En cuanto terminaron, me acerqué a Mónica", la directora de entonces, y “pregunté si podía participar”. “Empecé con un papel pequeñito y, poco a poco, fui creciendo" como actriz.
CONFIANZA
Desde aquel descubrimiento, han sido cientos de ensayos, montajes y representaciones juntos. Según Esther, “cuando los actores tenemos discapacidad, sobre todo visual, nos cuidamos más los unos a los otros”.
“Nos preocupamos de que el compañero esté bien y se ubique”, aclara, porque “no nos queda otra que confiar”. “Yo tengo que fiarme de mi compañera y ella de mí. He de confiar en que si me acerco a ella, su mano va a estar donde debe y me va a dar ese abrazo que hemos ensayado”. Por el mismo motivo, todos han de estar pendientes de los demás actores y, si es necesario, acercarse más o rectificar su posición.
Eso no impide que, en ocasiones, algún contacto no salga como estaba previsto. “Yo no veo, y esa es mi verdad”, reflexiona. “Si le voy a dar un paquete a mi pareja en escena y no acierto, el público lógicamente se dará cuenta”. Ahora bien, “si se quedan con ese fallo, habré fracasado como actriz. Si se dan cuenta pero siguen enganchados a la historia, mi trabajo habrá sido un éxito”.
“Es la historia, la obra, lo que importa. Nosotros, actores, actrices, director, técnicos… estamos a su servicio". Todos los integrantes de La Luciérnaga trabajan duro para lograrlo. Son muchas horas de memorizar textos, gestos, movimientos... y de ensayo, por supuesto.
Antes de la función, realizan un recorrido para familiarizarse con el escenario. “Claro que tenemos trucos, como poner marcas en el suelo e incluso cuerdecitas”, confiesa Esther, aunque insiste en que “lo más importante es confiar en tu compañero, en tu trabajo, en la magia del teatro...".
SUBE EL TELÓN
En efecto, aunque reconoce “cierta inquietud”, Esther cree que la obra será un éxito. “Para mí, todas las funciones son como la primera”. “Yo no concibo salir y enfrentarme al público sin estar un poquito nerviosa”.
Sin embargo, es también consciente de “todo lo que hemos ensayado” y de que los personajes “ya son nuestros”. Ahora solo resta “confiar” y “creer en la magia, que seguro nos acompaña”.
Así se expresa Esther con su voz convencida y jovial, propia de alguien 30 años menor. Casi los años que lleva entregada a esta segunda vida que el teatro de la ONCE le ha ofrecido. Cuando el telón se abra mañana a las 19.00 horas, tendrá oportunidad de demostrarlo.
(SERVIMEDIA)
18 Mayo 2025
AGQ/clc/mmr