Violencia de género

Mujeres con discapacidad y víctimas de violencia de género aprenden a ”evitar agresiones” sin usar la fuerza

- Los talleres les ayudan a sentir “que son capaces de hacerlo”, asegura el profesor Manuel Montero

Madrid
SERVIMEDIA

La triada ‘silenciosa’ de mujer, discapacidad y violencia de género, de la que apenas se tenían datos, ha salido de su mutismo tras publicarse el informe '¡Ojo al Dato!' de Inserta Empleo, que pone de manifiesto que más del 40% de las mujeres con discapacidad sufren violencia de género. Esta situación la conoce de cerca el experto en defensa personal Manuel Montero, que imparte talleres para mujeres desde hace casi 30 años con el objeto de “minimizar el riesgo de sufrir una agresión”.

Este maestro en artes marciales refiere que cuando trabaja en la autoprotección de mujeres, en este caso con discapacidad, se trata de “tener herramientas tanto físicas como psicológicas” que permitan “salvaguardar su integridad de la manera más favorable, independientemente de sus capacidades”.

"La clave del éxito de mis talleres reside en la adaptación a las necesidades de cada alumna”, reconoce Manuel Montero en una entrevista a Servimedia. El objetivo fundamental de estos cursos es “minimizar el riesgo de sufrir una agresión”. Y si la sufrimos “contar con los recursos necesarios” y el conocimiento de “los protocolos a seguir” que maximicen las posibilidades de “repeler dicho ataque”, explica. La finalidad de los cursos “no es la confrontación”.

“Yo he tenido una alumna a la que le faltaba un brazo y lo que hice fue adaptar la mayoría de las técnicas que hacerlas con solo una extremidad”, explica, “porque con un brazo puedo defenderme de una persona”. En sus talleres también han participado mujeres ciegas a quienes enseña cómo defenderse en un agarre porque “para eso no es necesario ver”.

Estas actividades formativas en defensa personal consiguen, de un lado, que las mujeres con discapacidad aprenden técnicas que les ayuden a afrontar una agresión y que “sientan que son capaces de hacerlo”, apunta el instructor.

MUJER CON DISCAPACIDAD Y VÍCTIMA DE VIOLENCIA DE GÉNERO

Alcanzar ‘esa sensación de poder’ es quizá lo que motivó a María del Mar Rodríguez a inscribirse en uno de los talleres de defensa personal que organiza la Federación de Asociaciones de Personas con Discapacidad Física y Orgánica de Alicante (Cocemfe Alicante).

A sus 58 años, María del Mar apenas tiene movilidad en uno de sus brazos debido a una angiomatosis múltiple, una masa tumoral. Además, tiene diagnosticada fibromialgia aguda, lo que le obliga a desplazarse con un andador. A todo ello hay que añadir en su biografía que ha sido víctima de violencia de género en dos épocas muy distintas de su vida: “de jovencita”, cuando el entorno “te enseña a callar y aguantar”; y años más tardes, en otra relación, ya más madura, en la que “me planté ante el primer intento de agresión y salí huyendo”, relata en una entrevista a Servimedia.

María del Mar personifica el trinomio de mujer, discapacidad y violencia de que no existían “hasta ahora estadísticas ni informes en profundidad”, hasta que la pasada semana se presentaron los resultados del informe 'Ojo al dato', enmarcado en el proyecto ‘Mujeres en Modo ON-VG’ de Inserta Empleo. De la investigación se desprende que “el 40,4% de las mujeres con discapacidad sufren violencia de género, frente al 32% de las mujeres sin discapacidad”.

“Somos un blanco muy fácil para todo tipo de violencias. Física, sexual y psicológica”, asevera María del Mar. “Cuando vi el taller de defensa personal para mujeres con discapacidad consideré que me podía venir bien, aunque por las limitaciones de mi brazo pensé que habría ejercicios que no podría desempeñar”. No obstante, la experiencia “ha sido muy positiva” porque sales “más fortalecida”. “Haber hecho el curso te aporta una sensación de seguridad”.

De hecho, María del Mar ha aprendido técnicas “para lograr soltarse de su agresor”, pese a carecer de movilidad en el brazo. Cuenta que además les han mostrado multitud de dispositivos de alarma que se pueden llevar encima para pedir auxilio. “Este tipo de cursos mejoran la autoestima” asegura, y “son cosas que te ayudan porque nadie tiene derecho a hacerte sentir que eres una basura”.

La valenciana relata que hace apenas unos meses cuando se dirigía hacia la Asociación de Personas con Discapacidad de su ciudad notó que un hombre le seguía. “Lo iba controlando por el rabillo del ojo, pero era una calle desierta en la que no había nadie en ese momento y todo estaba cerrado”. “El miedo de saber que no puedes salir corriendo te limita”, reconoce. Pese a ello reaccionó como pudo y supo. “Me di la vuelta y me puse a gritar. Formé todo un espectáculo”.

Recurrió al elemento sorpresa, es decir, “desconcertar al agresor”, como cita el profesor Montero, entre las medidas de prevención que deben tomar las mujeres.

PREVENCIÓN Y REFUERZO PSICOLÓGICO

“Hay que evitar situaciones de riesgo”, advierte Manuel Montero. “Me contaba una alumna que sufrió una agresión mientras corría de noche en la Casa de Campo de Madrid”. Nadie te puede coartar tu libertad de movimiento, pero es preferible buscar zonas con mayor transito de gente, más iluminadas y “evitar factores de riesgo”.

Cuando se trata mujeres con discapacidad que, además han sido víctimas de violencia de género, entra en juego la variable del “trabajo psicológico”. Montero subraya la importancia de “hablar”, especialmente en la primera toma de contacto. “Con frecuencia llegan el primer día y cuentan el motivo que les ha conducido hasta allí, qué les ha pasado, su historia personal”, explica. “Se genera un círculo de empatía y de apoyo muy grande entre ellas” relata.

En sus clases emplea “la visualización” como herramienta de trabajo y reconoce que “es complicado” porque a veces estas mujeres tienen que “revivir experiencias que han sido traumáticas en sus vidas”. “Simplemente por el hecho de que soy un hombre hay alumnas a las que les produce rechazo hacer simulaciones de ataques conmigo. “Yo les doy ‘su tiempo’. Algunas mujeres se van al vestuario, otras solo miran la clase. Pero al final todas acaban participando”, afirma.

Las técnicas que se aprenden durante el curso de defensa personal pueden ser de gran utilidad, sobre todo, “si se practican con frecuencia para no olvidarlas, de manera que trabajamos en protocolos que permitan interiorizar esos conocimientos”.

Insiste en que asistir a uno de estos talleres no es “garantía” de éxito ante un ataque y “aunque hayas entrenado, llegado el momento no sabes si serás capaz de responder o no ante una agresión”. Por eso, subraya que “cuantas más horas de entrenamiento mayores probabilidades de salir con éxito ante una situación de riesgo”.

Pero lo que todas ellas aprenden es que “la fuerza no es el único elemento disuasorio”. Existen multitud de técnicas cuyo objetivo es dejar fuera de combate al atacante para ganar el tiempo suficiente y poder huir. Desde propinar un golpe certero en ‘zonas altamente sensibles’ del agresor, a meter un dedo en el ojo o dar un fuerte pisotón en el empeine. Y por supuesto, sorprender al atacante y pedir ayuda, preferiblemente, apunta el experto en defensa personal, gritando "¡Fuego!" en lugar de "¡Socorro!" porque de ese modo “te aseguras de que te presten ayuda”.

(SERVIMEDIA)
23 Nov 2023
AOA/pai