Día del Niño Africano

Lamina, la "niña serpiente" africana que aprendió a andar y hablar en España gracias al arrojo de su madre

- Este viernes se celebra el Día Internacional del Niño Africano

MADRID
SERVIMEDIA

Lamina tiene autismo severo, una discapacidad intelectual del 68%. A sus 20 años está a punto de participar en los Special Olympics que se celebran en Berlín, donde competirá en las categorías de 100 y 200 metros y en salto de altura como la única representante de Camerún, su país natal.

Nadie que la vea entrenar se imaginaría que pasó sus primeros 8 años de vida sin andar ni apenas moverse, sin comunicarse y sin hacer nada por sí sola, condenada a ser una de tantos "niños serpiente" como hay en su país.

La diferencia en su vida la marcaron algo más de 5.000 kilómetros, la distancia que separa su ciudad natal, Duala, de la frontera española de Ceuta. Es la distancia que su madre, Alima Ngoutme, recorrió en 2005 para que ella tuviese una oportunidad.

“Cuando Lamina nació, yo veía que no se movía y que no me hacía caso. No respondía ni a mis caricias, ni a las miradas ni a nada”, relata Alima en una entrevista con Servimedia. “Los médicos me dijeron entonces que solo nos quedaba esperar su muerte”, que llegaría en unos meses.

Este fue el diagnóstico que Alima recibió con apenas 19 años, cuando su primera hija llegó al mundo. “En mi país, a los niños como Lamina se les llama ‘niños serpiente’, porque se arrastran y babean”, detalla. “No hay mucha esperanza para ellos”.

Apenas salen de casa, ya que son “una vergüenza para sus familias, y a veces les agreden en la calle”. Por supuesto, ni acceden a servicios de salud ni reciben ningún tipo de educación.

Sin embargo, Alima vio en un documental que en otros países las niñas como Lamina son atendidos y bien tratados. “Me emocionó saber que con los estímulos y los cuidados necesarios, muchos llegaban a andar, a hablar, a comer solos e incluso a hacer deporte”. “Yo quería eso para mi niña, así que cogí la mochila y me lancé a la carretera”.

EL VIAJE HACIA ESPAÑA

Nigeria, Benín y Mali, tres meses en el desierto. También Argelia y Marruecos. Y además 10 horas en el mar para entrar en Ceuta. Después, otros tres meses en el Centro de Estancia Temporal para Inmigrantes (CETI) y de ahí a Madrid con la ayuda de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR).

“Fue un viaje duro y pasé miedo", rememora Alima, aunque lo peor estaba por llegar. Lo más difícil fueron los casi seis años que pasó en España antes de poder traer a su hija, que había quedado en Camerún a cargo de su madre y de sus hermanas. Tras lograr la documentación, empezó a formarse y a trabajar. Ella y su marido necesitaban un hogar, algunos ahorros y unos mínimos para reagrupar a Lamina, que llegó en 2011 a España tras volar previamente a París.

La pequeña tenía entonces ocho años. No andaba, no hablaba y apenas sí controlaba su cuerpo. "Al día siguiente, le llevamos al Hospital Severo Ochoa de Leganés, donde le atendieron neurólogos y otros especialistas".

En realidad, aquella fue la primera ocasión que estos padres recibían un diagnóstico médico sobre lo que le pasaba a su hija. Empezó entonces su primera etapa de rehabilitación y, meses más tarde, Lamina fue matriculada en el centro público de educación especial Alfonso X el Sabio de Leganés.

Varias operaciones después y tras muchas sesiones de terapia, “su progreso ha sido increíble”. Lamina aprendió a comunicarse, a andar y más adelante empezó con el atletismo.

Ganadora de varios campeonatos locales, encontró muchos problemas para poder competir, pero al final pudieron regularizar su situación y ahora representa a Camerún en los Juegos Special Olympics, que arrancan mañana en Berlín. “Lamina ahora es otra”, admite su madre emocionada.

Y es que a esta mujer valiente le puede el orgullo cuando habla de su niña y cuando le ve correr en la pista, satisfecha porque sabe que en su día tomó la decisión adecuada al cruzar la mitad de África para buscar un futuro a su hija. Rebosa también agradecimiento al país que dio a la pequeña Lamina "la oportunidad que necesitaba”.

MIRANDO POR ÁFRICA

Es precisamente esa posibilidad que Lamina obtuvo lo que Alima quiere para otros muchos niños con discapacidad de su país natal. “Cuando cruzaba el desierto, le pedí a Dios que si me mantenía viva, ayudaría otros pequeños como Lamina”. Con este propósito, fundó la asociación Mirando por África en 2011, el mismo año en que su hija llegó a España.

Le acompaña en esta aventura su amiga Pilar Aventín, que se emocionó cuando conoció a esta pequeña en el hospital. El objetivo de esta organización es proporcionar educación especializada y atención médica a los niños con discapacidad intelectual en Camerún, donde a las madres que tienen ‘un niño serpiente’ se les considera ‘mediomujeres’.

El mismo estigma pesa sobre los hombres, que muchas veces abandonan el hogar. No fue este el caso de Luc, padre de Lamina, que junto a sus hermanos pequeños supone un pilar muy importante en la vida de esta joven. “Yo no quiero que más padres tengan que esconder a sus hijos ni que les abandonen para ocultar su desgracia”.

"Por eso pusimos en marcha la organización, que en la actualidad gestiona un aula de atención educativa en Duala, donde se reciben cerca de 30 niños al día. Hay siete voluntarios de la ONG, que cuenta con la colaboración de profesores, fisioterapeutas y pediatras", explica.

IMPLICARSE POR LOS NIÑOS AFRICANOS

Alima admite que en su país “están desbordados”. “Necesitamos conseguir fondos para construir un centro propio y formar a más profesionales”.

También se requiere la contratación de especialistas médicos, pues solo los muy ricos pueden pagar una consulta con un neurólogo en Camerún. Los especialistas son indispensables para evaluar a los niños, aunque su prioridad ahora pasa por hacerse con un jeep todoterreno. “Tenemos que llegar a las aldeas para atender a los niños, porque hay muchas familias que no se acercan a la ciudad”, apunta.

Esta madre viaja cada año a su país y comprueba los avances de la asociación. Sin embargo, se da cuenta de que la situación de los niños con discapacidad sigue exactamente igual que cuando ella partió. Las familias los rechazan. Son los últimos en comer y en recibir medicinas. También a su marido y a ella les dieron la espalda muchos parientes cuando Lamina nació. “En cambio, mi madre primero y mis hermanas después cuidaron de ella mientras estábamos en España”, recuerda.

Entre todos, han logrado una vida mejor para Lamina, que pasó de ‘niña serpiente’ a atleta gracias al arrojo y a la determinación de su madre. En el Día Internacional del Niño de África, Alima espera que contar esta historia sirva a muchos otros pequeños, y anima a la ciudadanía a aportar su granito de arena para ayudarlos.

(SERVIMEDIA)
16 Jun 2023
AGQ/pai/gja