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La soledad no deseada en personas mayores se agudiza en verano, según un experto de la Universidad Internacional de Valencia

Madrid
SERVIMEDIA

La soledad no deseada en personas mayores se “agudiza en verano” y afecta tanto a la salud física como emocional, según informó este lunes el docente de la Universidad Internacional de Valencia (VIU), perteneciente a la red de educación superior Planeta Formación y Universidades, Joaquín Mateu.

Mateu destacó cómo este fenómeno, especialmente cuando es “no deseado”, tiene consecuencias directas sobre la salud mental, física y la calidad de vida de quienes lo padecen. La soledad no deseada no depende de “la cantidad de personas a nuestro alrededor”, sino de “la percepción de que los lazos que nos unen a los demás se han roto. Es una vivencia subjetiva que, cuando se impone, puede ser profundamente dolorosa y perjudicial”, explicó.

Aunque en algunos momentos la soledad puede “ser buscada como una vía de introspección”, su impacto cambia cuando va en contra del deseo de conexión. Este sentimiento puede “intensificarse durante el verano”, un periodo en el que muchas personas mayores ven cómo “sus rutinas se alteran” por el cierre temporal de programas sociales, la interrupción de actividades comunitarias y la ausencia de familiares que se encuentran de vacaciones.

A esto se suman factores estructurales como la transformación del modelo familiar, el ritmo acelerado de vida o la urbanización creciente, que provocaron “un distanciamiento intergeneracional cada vez más acusado”.

Joaquín Mateu señaló, además, la importancia de “distinguir entre aislamiento social”, una condición objetiva relacionada con la falta de vínculos, y “la soledad no deseada”, que responde a una percepción íntima de desconexión. Entre los factores que incrementan el riesgo de sufrirla se encuentran la jubilación, la pérdida de seres queridos, la dificultad para manejar nuevas tecnologías, el estigma hacia la vejez y la presencia de trastornos emocionales como la depresión o la ansiedad.

El impacto de la soledad no deseada va más allá del plano emocional. La evidencia científica demostró su influencia sobre “el estado físico”, ya que se demostró que puede “agravar enfermedades crónicas” como la hipertensión, la diabetes tipo 2 o las dolencias cardiovasculares, o incluso “debilitar el sistema inmune”.

“Hay estudios que equiparan su efecto sobre la salud con el del tabaquismo o la obesidad. Es un factor de riesgo que, a menudo, pasa desapercibido”, advirtió Joaquín Mateu.

Ante este escenario, toma importancia “la necesidad de implementar medidas de prevención”. Entre las estrategias más eficaces se encuentran los programas intergeneracionales y los clubes para mayores. Por otro lado, el voluntariado ofrece también “un espacio para recuperar el sentido de utilidad y pertenencia”, y puede actuar como “un antídoto ante el vacío emocional que a veces deja la jubilación”.

(SERVIMEDIA)
04 Ago 2025
RIM/mag