Reportaje

Inmigración

Fatmeh, refugiada siria en España: “No me importó perder la casa o el dinero, tengo a mi familia”

- Un matrimonio de Damasco con seis hijos cuenta su huida de la guerra y su nueva vida en España tras cinco años de discriminaciones en Líbano

- La ONG Cesal, que les ayuda a integrarse en Madrid, refleja su historia y la de otros siete refugiados en la exposición ‘Mira con sus ojos’

MADRID
SERVIMEDIA

Un día perdieron el empleo. Otro una bomba destruyó su casa. Durante meses deambularon por ciudades diferentes en busca de refugio. Pero nunca consiguieron estar a salvo de la guerra. Huyeron de la patria, abandonaron el país en el que nacieron. Perdieron todo, absolutamente todo. Pero aún les queda lo más importante: la familia. Por sus hijos fueron capaces de empezar desde cero lejos del hogar. Vivían felices en Siria hasta que la guerra les expulsó de su propia tierra. Ahora emprenden una segunda oportunidad en Madrid gracias a la ayuda de la ONG Cesal.

Esta es la historia de Fatmeh y Yasser, un matrimonio de Damasco al que la guerra de Siria destrozó su presente e hizo añicos sus planes de futuro. En una entrevista con Servimedia, recuerdan el día más doloroso de sus vidas: el 27 de noviembre de 2013. Han pasado casi seis años, pero lo rememoran como si fuera hoy mismo. Los ojos marrones de Fatmeh tornan negros y se camuflan de oscuridad bajo el velo nada más escuchar la fecha. Yasser hunde la mirada y aprieta los dientes de frustración. Ella arranca a llorar mientras él toma su mano.

Ahora viven en España sin bombardeos. Pero echar la vista atrás reabre las heridas que aún no han cicatrizado. Fatmeh relata la mañana en la que una bomba cayó junto a su casa y destrozó ventanas y paredes. Sobrevivió, así que tuvo más suerte que medio millón de compatriotas que han perdida la vida desde que la guerra estalló en 2011. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos ha documentado en ocho años de conflicto más de 570.000 muertes, incluidas las de 112.000 civiles. De ellos 21.065 eran menores de edad. Así que la inseguridad y el miedo a perder lo que más amaban -sus hijos- empujó al exilio a Fatmeh y Yasser. Primero dentro de su propio país, mudando la residencia cada pocas semanas. “Cambiábamos constantemente, siempre en pequeñas distancias de 20 kilómetros. Pero al poco tiempo volvían los bombardeos”.

Fatmeh resultó herida en la cadera y en el brazo por una de las explosiones. Sus seis hijos -entonces con entre 3 y 15 años- empezaron a tener daños psicológicos. Sólo les quedaba una salida. Con todo el dolor de su corazón, como prueban las lágrimas que hoy escapan de sus ojos al narrar el trance, abandonaron su país y cruzaron a Líbano. Allí un primo agricultor de Fatmeh les dio cobijo durante tres semanas. Cultivaban una pequeña tierra y cuidaban animales.

LA CÁRCEL DE LÍBANO

Después pasaron cuatro años y medio en una tienda que encontraron en plena calle. Sin cocina ni servicios básicos. Muy diferente a la casa de tres plantas que tenían en Damasco. Pero al menos estaban los ocho juntos y sin riesgo de bombardeos. Líbano parecía un oasis en comparación con Siria, pero pronto se transformó en otra cárcel. Yasser no encontraba trabajo por el fuerte rechazo a los inmigrantes de la población autóctona. Naciones Unidas asegura que Líbano es el país con mayor densidad de refugiados del mundo, con cerca de un millón de personas desplazadas. Las autoridades locales elevan la cifra a millón y medio, lo que representaría el 25% de la población. Uno de cada cuatro.

Para subsistir, los hijos tuvieron que ponerse a trabajar porque “los jóvenes están más solicitados”. Ahmad, el mayor, logró empleo en una tienda de zapatos. Las niñas ayudaban a limpiar escaleras. “Así podíamos comprar comida, verduras y fruta”. Naciones Unidas les concedió una ayuda mensual de 200 dólares dentro del programa de refugiados de Acnur. “No era en billetes. Era como una tarjeta con la que podíamos comprar verduras, arroz… Pero resultaba insuficiente porque somos 8 personas”. El primo agricultor de Fatmeh también les echaba una mano. Yasser recolectaba aceitunas con él y, en ocasiones, lograba algún trabajo por horas para “salir adelante”.

Para un hombre musulmán como Yasser, cabeza de familia, debía de ser chocante no contribuir más mientras su mujer y sus hijos conseguían recursos. “La situación era difícil, pero es lo que hay…”, confiesa con cierta resignación. “Todos nos ayudábamos mutuamente, sólo queríamos estar en sitios tranquilos donde preparar la comida sin oír bombardeos”, aduce al quite su esposa. “Cuando en Líbano veía a mis hijos comer de una manera normal y contentos, me quedaba más satisfecha. Ya no me importaba lo que había perdido, ni la casa ni nuestro dinero. Allí me di cuenta de que muchas personas habían perdido a sus familias, pero yo me quedé con la mía. Eso me hacía sentir bien”.

Con el paso de los años, Fatmeh ha interiorizado que “uno debe pasar por momentos duros para darse cuenta de las cosas que tenemos”. “Yo antes tenía una vida feliz, pero durante la guerra se complicaron las cosas. Todo muy difícil. Llegué a un momento en el que reflexioné y me di cuenta de que lo más importante es mi familia, y mis hijos. Ha pasado algo muy bonito porque estamos todos juntos, nadie está en la cárcel y a nadie hemos perdido”. Junto a ella, su hija Marwah apostilla: “Eso es lo que ganamos, la familia”.

TODO POR SUS HIJOS

Marwah, que acaba de cumplir 18 años, lleva una vida repleta de adversidades. A la guerra de Siria suma reiterados problemas de salud. Acumula seis operaciones porque desde pequeña no puede andar bien por una discapacidad. En Líbano sufría fuertes dolores y llegaron a pedirle 10.000 dólares para recibir tratamiento. Su hermano mayor (Ahmad) tiene problemas de visión y está en tratamiento para que le implanten una lentilla especial. La tercera hija (Bara´a) está diagnosticada de tiroides. Y la propia Fatmeh necesita fármacos para controlar la tensión desde el bombardeo que destruyó su casa. Así que la discriminación que sufrían en Líbano y estos problemas de salud les empujaron a dar otro salto aún más grande.

Cuando el Alto Comisionado para los Refugiados de Naciones Unidas (Acnur) les propuso el traslado a España, apenas lo pensaron. En Líbano no tenían derechos. No había ofertas de trabajo. Y por la noche recibían inspecciones policiales que les hacía sentirse perseguidos. “Teníamos nuestros papeles en regla, pero la relación con el pueblo era difícil y las miradas de la gente no eran buenas. No hubo un buen trato y nos despreciaban por ser refugiados. Nos sentíamos infravalorados”.

En España su vida ha dado un giro de 180 grados. “Aquí se puede estudiar y trabajar, pagan bien y hay buenas condiciones. Siento que la gente se preocupa por mí. Son propensos a ayudarme. Si no tienes trabajo te ayudan a conseguirlo, siempre te ayudan a estudiar y a salir adelante”, explica Fatmeh con una sonrisa. “En Líbano sentimos pánico constante por la revisión de los papeles. Si a un sirio le pillan sin algún documento, le torturan y le humillan”. “Allí pasamos bastante miedo. Incluso para salir a otro país como España nos pusieron problemas”, agrega Yasser sin comprender todavía el maltrato que sufrieron de las instituciones y de la propia población.

Sus agradecimientos a la ONG Cesal son constantes. Sus trabajadores y voluntarios los recibieron nada más aterrizar en España y los ayudan en todo el proceso de integración. “En España el recibimiento ha sido muy bueno. Todo el mundo te recibe con una sonrisa y todo el mundo está preocupado por nosotros”. Yasser destaca que “jamás” recibieron un trato así durante la guerra en Siria “y mucho menos en Líbano”, donde pasaron cinco años de suplicio pese a estar a salvo de disparos y explosiones.

Marwah, que en pocos meses ha aprendido a hablar español, expone que aquí viven “tranquilos” y ha podido retomar sus estudios. “Estoy en 4º de la ESO y quiero ser cirujana. Me gusta mucho cerrar heridas”, dice entre sonrisas después de seis operaciones, la última en España poco antes de la entrevista con Servimedia. Sus hermanos también van al colegio y juegan con libertad en el parque. En Líbano nunca fue posible: “Nos trataban muy mal, la gente allí era muy mala. Aquí es muy diferente”. Paradojas de la vida, el primogénito -con la visión dañada- sueña con ser oftalmólogo dentro de unos años. Hoy tiene la esperanza de firmar un contrato de trabajo en una tienda de comida rápida de Barajas que le entrevistó hace pocos días. Anhela cualquier empleo porque la ayuda pública finaliza dentro de un mes y quiere sacar adelante a sus padres y hermanos.

En Madrid, Yasser ha cambiado el oficio de conductor que tenía en Siria por los fogones. Estudia en la escuela de cocina de Cesal y en casa recibe ‘clases particulares’ de Fatmeh para convertirse en chef. A Fatmeh le encanta leer y desea acabar sus estudios, aunque las secuelas de la guerra dificultan que su cerebro pueda concentrarse con intensidad. El matrimonio vuelve a sonreír en España, pero las lágrimas brotan espontáneamente cada vez que alguien les recuerda el fatídico 27 de noviembre de 2013. Este año el aniversario de su éxodo será un poco más liviano, con la felicidad que les causa ver crecer a sus hijos en libertad y en paz en España.

EXPOSICIÓN ‘MIRA CON SUS OJOS’

Aquí intentan recuperar la normalidad gracias a Cesal, que les ayuda a integrarse socialmente y les ha convertido en protagonistas de una campaña de sensibilización. Bajo el lema ‘Mira con sus ojos’, la ONG relata ocho historias de personas que tuvieron que abandonar su país y reiniciar su vida en un lugar extraño. Para ello ha contado con la colaboración de 16 periodistas y fotógrafos de prestigio, que han entrevistado a los refugiados y han plasmado en imágenes de enorme calidad lo que sentían al huir de sus casas.

Entre los periodistas que han participado solidariamente en el proyecto están el locutor de Onda Cero Juan Ramón Lucas; la presentadora de laSexta Ana Pastor; los presentadores de Cadena Cope Ángel Expósito, Cristina López Schlichting y Fernando de Haro; el director de Información de Servimedia, Pablo A. Iglesias; el especialista en inmigración de la Cadena Ser, Nicolás Castellano; la reportera de ‘El País’ Lola Hierro; y el redactor de la revista 'Perfiles' de la ONCE Ignacio Santa María.

Por su parte, los fotógrafos Thomas Canet, Lupe de la Vallina, Javier Carbajal, Luis Gaspar, Iñaki Lungarán, Manuel Reino, Casilda Saldaña, Samuel de Román y Ángel Pérez Meca retrataron a los protagonistas de cada historia para poner rostro a las historias y hacer posible esta exposición.

Entre otras imágenes, la exposición ‘Mira con sus ojos’ reproduce el rostro de Fatmeh, Yasser y sus seis hijos al recordar cómo abandonaron Siria el 27 de noviembre de 2013. Ella tiene los ojos húmedos al intentar contener las lágrimas. Él muerde los labios con la vista perdida en el infinito. Incluso el pequeño Mohammad, que entonces tenía apenas tres años, cautiva a la cámara con su inocencia robada.

Pero esa tristeza profunda muta de pronto en alegría juvenil cuando, durante la entrevista, el matrimonio recibe una pregunta inesperada: "¿Cómo os conocisteis?". En milésimas de segundo, la chispa del amor resucita entre los dolores del alma y florece en la pareja una sonrisa chispeante nada más cruzar sus miradas. El salón de Madrid cambia de aspecto por unos segundos y parece la calle de Damasco en la que crecieron, se enamoraron y se casaron.

(SERVIMEDIA)
06 Oct 2019
PAI/ecr