Día de la Dislexia

Vivir con dislexia: cuando la mala ortografía o escribir en espejo son síntomas y no despistes

- Entre el 10% y el 15% de la población tiene este trastorno que afecta a la decodificación en la lectoescritura

- Dificulta el aprendizaje y puede dar lugar a confusiones comerciales o en trámites burocráticos

- La dislexia, junto a otros trastornos como el TDAH, puede llegar a sumar un 33% de discapacidad para acceder a apoyos

MADRID
SERVIMEDIA

Miguel (nombre ficticio) estudia Primaria y desde que aprendió a escribir olvida algunas letras, las escribe en ‘espejo’ o confunde palabras. No le gusta leer en alto y presenta problemas de comprensión lectora. Unas pruebas especializadas diagnosticaron, entre otros trastornos, que el crío tiene dislexia. Él no terminaba de entender lo que le habían dicho los especialistas y en casa, pero hace unos días lo confirmó por sí mismo en clase.

En el cole proyectaron la película ‘Pequeñas estrellas en la tierra’, una producción india de Aamir Khan que protagoniza un niño con dislexia que, como él, tiene dificultades de decodificación en lectoescritura pero dibuja muy bien. Se calcula que entre el 10% y el 15% de la población mundial tiene dislexia.

Según el Código Internacional de Enfermedades, las personas con dislexia “manifiestan de forma característica dificultades para recitar el alfabeto, denominar letras, realizar rimas simples y para analizar o clasificar los sonidos. Además, la lectura se caracteriza por las omisiones, sustituciones, distorsiones, inversiones o adicciones, lentitud, vacilaciones, problemas de seguimiento visual y déficit en la comprensión”. Así, quien tiene este trastorno debe poner tanto esfuerzo en la lectoescritura que llega a fatigarse, desconcentrarse y distraerse, hasta evitar su práctica.

“Los padres y profesores procesamos esta conducta como desinterés y presionamos para conseguir mayor esfuerzo, sin comprender que estos niños, realizando estas tareas, se sienten como si de repente, cualquiera de nosotros, nos viéramos inmersos en una clase de escritura china”, explica la Organización Internacional Dislexia y Familia (Disfam).

“La dislexia, es mucho más que tener dificultades en la lectura y en la escritura, ya que existen problemas de compresión, de memoria a corto plazo, de acceso al léxico, confusión entre la derecha y la izquierda, dificultades en las nociones espacio-temporales…”, explican en la organización, que pide tener en cuenta que no existen dos disléxicos idénticos y, por tanto, cada caso es único y no tiene por qué presentar la totalidad de los síntomas.

UN PEZ NO TREPA

“Todos somos genios. Pero si juzgas a un pez por su habilidad de trepar árboles, vivirá toda su vida pensando que es un inútil”, resume una frase atribuida al genio Albert Einstein, a quien también se cita en ‘Pequeñas estrellas en la tierra’ por tener dislexia.

Además, desde Disfam recalcan que la dislexia es un trastorno que puede venir acompañado de otros. Los más habituales son el TDAH (Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad), la dispraxia (un trastorno psicomotriz de coordinación de movimientos), el déficit de atención, la discalculia (la ‘dislexia’ de los números) y los trastornos emocionales.

Todos ellos, y en particular la dislexia, cuyo Día Mundial se conmemora este domingo 8 de octubre, repercute en el aprendizaje de la lectoescritura y, por lo tanto, es incompatible con buena parte de la educación actual.

"No se considera una discapacidad. Tal vez hay muchos niños y adolescentes, que aparte de tener dislexia tienen otros trastornos comórbidos y, evidentemente, cuantas más dificultades más se agrava el cuadro. Y ahí, tal vez, sí que podría entrar en ese 33% para conseguir las ayudas por discapacidad. Porque de por sí, por la dislexia sólo, no tenemos acceso a las becas del Ministerio, que es un gran problema y una gran reivindicación", explicó a Servimedia Araceli Salas, portavoz Federación Española de Dislexia y Otras Dificultades (Fedis).

Dicho de otro modo, la dislexia “es trastorno del aprendizaje que afecta sobre todo a las áreas de la lectura y la escritura a pesar de que esa persona tiene una inteligencia normal o incluso por encima de la media, una escolarización al uso, y sin ninguna dificultad auditiva ni visual que lo justifique”, definió.

“La dislexia tiene una fuerte carga hereditaria, su origen es neurobiológico y acompaña a la persona durante las distintas etapas de su vida. Los cerebros de las personas con dislexia procesan la información de forma distinta. Entendiendo cómo la procesan y también teniendo en cuenta sus fortalezas potenciales pueden aprender siempre que se les brinde el apoyo y las herramientas que necesitan para poder aprender en igualdad de condiciones”, prosiguió Salas.

“Es como si las personas con lentes no pudieran utilizarlas porque el resto de la clase no las necesita. No nos estamos dando cuenta de que las necesitan, pero sin ellas no podrían acceder a los contenidos y al aprendizaje. Es lo que les pasa a las personas con dislexia cuando no tienen un lector, un editor de textos, un corrector ortográfico, un ordenador o una calculadora”, comparó.

Según la portavoz de Fedis, la alteración del proceso fonológico que tienen estas personas “no tiene que ver con una mala actitud, falta de motivación o que sean vagos”. “Esa alteración implica que le costará recordar el sonido de letras que suenan parecido” y, en vez de ayudarles a aprender, en el sistema educativo “se están penalizando los síntomas” como las faltas de ortografía en las personas con dislexia.

HERRAMIENTAS PARA LA DISLEXIA

“No se les puede evaluar como a otro estudiante que no tienen esas características. No ha elegido tener ese trastorno neurobiológico. Se tienen que dar herramientas, un corrector, impartir de otra forma, ver el método que es mejor para enseñarles a leer”, revindicó Salas, que lucha desde hace años por esas herramientas con las que inicialmente no se encontró su hijo.

Los problemas de decodificación en lectoescritura no se curan. Hace precisamente un año Air Europa y la Asociación Iberoamericana de Dislexia y Familia (Disfam) anunciaron un acuerdo para establecer un protocolo para que aquellas personas que cuentan con el Pasaporte DEA (Dificultades Específicas del Aprendizaje) queden exentas de abonar una posible penalización si se ven obligadas a modificar su reserva por haber cometido algún error durante el proceso de compra. Entre los errores más frecuentes que cometen y que pueden requerir modificar sus billetes o incluso impedirles viajar, se encuentran escribir mal los nombres y apellidos, comprar billetes a la inversa del trayecto deseado, marcar una fecha incorrecta en el calendario o equivocarse con la fecha o el mes de la reserva.

Otras situaciones, añadió la portavoz, también pueden tener costes económicos, sociales y profesionales en las personas con dislexia, que tienen más difícil “acceder a unas oposiciones o a un carnet de conducir que no esté adptado de forma metodológica o presentar un documento escrito ante una administración”. “La dislexia no acaba en el colegio”, zanjó, a la par que remarcó que “cada caso es distinto”, con “diferentes grados de afectación” y que hay que ser “sensibles” ante este trastorno que “todavía es demasiado invisible” pues “hay mucho adulto sin diagnosticar”.

Pese a tener “un cerebro predominantemente visual”, “una capacidad para la creatividad y la imaginación y sensibilidad mayor” y los “muchos potenciales” que presentan, como sostienen desde las asociaciones, algunos de los síntomas de la dislexia provocan otras situaciones negativas, como la discriminación que sufre el protagonista de ‘Pequeñas estrellas en la tierra’. A veces, parecerse a Einstein, significa sufrir.

ESTUDIAR MECATRÓNICA

Carmen González Vayas ha terminado un grado superior de Formación Profesional de Robotización y ahora cursa Mecatrónica, dos estudios en los que ha sido prácticamente la única chica de clase. Tiene 21 años y espera poder encontrar un trabajo para “arreglar máquinas” en Colindes, la localidad cántabra donde vive. Tiene dislexia, pero los profesores no lo detectaron más allá de escribir “las típicas notas” de que de niña presentaba “dificultades en el aprendizaje de la asignatura”.

“Me lo descubrió mi madre en primero de Primaria, porque cuando escribía juntaba mucho las letras o las separaba y ponía letras al revés como la d y la b”, explicó a Servimedia. El diagnóstico llegó un curso después, por un centro especializado “de pago”. “No me pusieron adaptaciones hasta segundo de Bachillerato. Quise hacer la Ebau, para lo que necesitaba más adaptaciones. En los exámenes me dejaban más tiempo, las preguntas tenían la letra más grande, y los hacía en una habitación sola con un profesor por si tenía dudas. A las personas con dislexia nos cuesta más y así puedes acabar mejor el examen sin ponerte nerviosa porque crees que no vas a acabar. Aprobé con un 8,5”, dijo orgullosa.

“Tuve bullying. En primaria. Los niños pequeños no entienden que tú tienes un trastorno a la hora de escribir o leer. Te machacan con ese problema. No ayuda”, reconoce ahora la estudiante.

Hace un lustro, su madre impulsó una asociación para ayudar a las familias “para que no les pase lo mismo”. Hoy la Asociación de Dislexia de Cantabria (Adiscan) presta apoyo a un centenar de hogares con algún miembro con dislexia. Su objetivo “es ayudar a conocer lo que es la dislexia en niños y adultos , palabra muchas veces escuchada pero desconocida en significado, causas, tipos y por otro lado, ser escuchados y que se establezca los mecanismos necesarios para tratar y proteger a los que tienen dislexia”. Está integrada en la federación española.

“Lo primero que la asociación explica a las familias es cómo pueden ayudar a sus hijos a que no se estresen, a la hora de estudiar y lo que pueden hacer en el colegio para tener adaptaciones”, expone Carmen a Servimedia.

Tras el diagnóstico, las asociaciones creen necesario trabajar con un especialista en reeducación e, incluso, en el aspecto emocional que conlleva la dislexia, que el niño sea lo que le pasa y en el colegio implanten adaptaciones no significativas y trabajen por la normalización y prevenir el acoso escolar.

Carmen, a la luz de la experiencia, anima a los niños con dislexia a “que luchen por lo que quieren y aunque les digan que no valen: ¡Sí valen!”, pues pueden ser pececillos campeones de natación en el océano, pero tendrán que esforzarse mucho más si quieren trepar un árbol. Así lo revindica el lema elegido por Fedis y Disfam para el 8 de octubre: "Tengo dislexia y puedo brillar".

(SERVIMEDIA)
08 Oct 2023
AHP/pai